El Ecuador ha tenido 20 constituciones desde su independencia. La primera fue redactada en Riobamba, en 1830, cuando nos separamos de la Gran Colombia, y la última en Montecristi, en el 2008. Solamente en 1852 la Constituyente que fue convocada por José María Urbina para adoptar una nueva constitución tuvo lugar en Guayaquil.
Después de tener por 17 años la carta magna del 2008, que no recoge el marco jurídico que quisiéramos o debiéramos tener, porque, entre otras razones, en algunas de sus disposiciones opera como una camisa de fuerza que nos impide actuar en forma correcta, el próximo 16 de noviembre decidiremos si tendremos una nueva constituyente que redacte otra que responda a nuestras necesidades.
Algunos proponemos que se vuelva a la de 1998, con algunos cambios que habría que introducir, a fin de lograr la unidad nacional y el camino de libertad que queremos y eliminar aquello que nos perjudica, como la coexistencia de dos sistemas judiciales, el Consejo Nacional de la Judicatura y el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, la figura de la Vicepresidencia de la República, la “muerte cruzada” y la prohibición de la contratación del trabajo por horas, así como quitar a los privados de libertad la condición de vulnerables, porque vulnerables son las víctimas de los delincuentes comunes y de cuello y corbata, y la protección que confiere la medida cautelar de presentarse ante la autoridad con cierta frecuencia, evitando la prisión preventiva para aquellos que debieran ser encarcelados con el fin de garantizar su evasión, entre otras propuestas.
¿Por qué en Guayaquil? La primera respuesta sería por qué no en Guayaquil, si la ciudad dispone de la infraestructura y de todas las condiciones necesarias para que la constituyente se celebre sin ninguna dificultad de ninguna especie, por una parte; y, por otra, porque, históricamente, la urbe porteña ha sido cuna de libertad, donde se gestó un 9 de octubre de 1820, que dio inicio a la guerra de independencia en todo el territorio de lo que hoy es Ecuador, y no solo para nuestro país, sino también para América hispana; porque significó un hito más en las luchas independentistas de los otros pueblos que querían alcanzar la libertad de la Corona española. Así surgió la Provincia Libre de Guayaquil como un Estado independiente, ejemplo para el resto de la Audiencia de Quito, que siguió luego las ideas libertadoras y sirvió como un faro de luz para Cuenca y otras ciudades que, poco a poco, fueron proclamando su independencia del dominio español, habiéndose sentado las bases para la conformación de lo que se denominó luego la Gran Colombia.
Si antes Guayaquil luchó por la independencia de la Corona española, hoy la ciudad puede bien seguir bregando para alcanzar la estabilidad económica y política que necesitamos, a fin de que el país alcance un desarrollo armónico y equilibrado en todos los aspectos.
Guayaquil bien puede ser la sede de la nueva constituyente y tiene los brazos abiertos para recibir a todos los asambleístas. Quito ya lo fue durante 13 de las 20 asambleas que ha tenido nuestro país. No hay razón para que alguien se oponga a quitarle a la ciudad esta oportunidad. (O)











