En memoria de Germán Patricio Rojas Idrovo (1953-2021), padre, esposo, maestro, investigador y matemático. Y en memoria de los demás que se nos adelantaron.
“¿En qué trabaja un matemático?”, le pregunté hace años a Germán. Las matemáticas no son la ciencia de los números, me enseñó pacientemente. Son una práctica de análisis sobre las relaciones, y una aplicación en todos los campos de la existencia humana, y en el orden de la naturaleza. Las matemáticas están presentes, sin que lo notemos, en toda nuestra vida cotidiana, desde el momento que despertamos hasta que nos acostamos… y mientras soñamos. Las matemáticas no son, necesariamente, el tormento de muchos estudiantes; aunque un buen profesor puede tornar la amargura inicial en alegría final, como a mí me pasó durante la primaria. Afortunadamente, con Germán y los demás compartimos magníficos maestros en la secundaria, y ello definió su destino y el de otros. Entonces, un matemático podría trabajar en cualquier campo de la actividad humana, desde el diseño de interiores hasta la clínica psicoanalítica.
Esa particular pregunta por nuestra condición humana y sus relaciones condujo la exitosa carrera de Germán, desde sus inicios en la Escuela Politécnica Nacional, hasta su brillante doctorado en la de Zúrich, “la de Einstein”, como nos decía con legítimo orgullo. A su regreso, él mantuvo una actividad docente continua de calidad en la EPN, además de otras actividades académicas, profesionales y políticas. Su labor en el Consejo de Educación Superior se sostenía en su convicción de que en el Ecuador es posible y sobre todo necesario elevar el nivel de nuestras universidades. En otro orden y de modo anecdótico, en su paso por el INEC, Germán verificó que hay mandatarios con ínfulas de emperador, de aquellos que prefieren maquillar las cifras y decapitan al mensajero que le trae malas noticias. En todo caso, más allá de su amor por su familia y por la enseñanza, Germán era un enamorado de las matemáticas, de su ética consecuente con la verdad, y de la estética inherente a las relaciones y sus proporciones.
¡Sí, de la estética, porque en las matemáticas hay una belleza singular! La belleza de las relaciones, de las formas y sus proporciones. Desde la divina proporción, el número de oro, aquel 1,618033… constante de la relación entre las dimensiones de todo lo que consideramos hermoso en la naturaleza y en las creaciones humanas. Pasando por la topología y su verificación de la constancia de la estructura en medio de las formas cambiantes. Hasta la más reciente geometría fractal y las bellas imágenes que produce y se autorreplican en el orden que subyace al aparente caos de la naturaleza. Germán apreciaba esa belleza, la que las matemáticas generan ahí donde aparentemente solo hay formas y ruidos. Ahora él se ha reunido con sus padres, allá donde podrá departir con Frege, Russell y Mandelbrot. Allá donde algún día nos reuniremos los que quedamos, para que él me explique las licencias matemáticas que Jacques Lacan se tomó en su pretensión de darle ese fundamento al psicoanálisis: una tarea sencilla para cualquier matemático. Hasta luego. (O)