Crecí con la música de Ñucanchi Ñan sonando en la grabadora de casetes dentro de casa. A mi padre le encantaba escucharlas y para sus hijos/as fue música que formó parte de la niñez en la comunidad. Ñucanchi Ñan es un grupo musical kichwa Otavalo con 40 años de trayectoria. Toda mi vida los he escuchado y hace un mes el grupo lanzó el video musical de una canción muy conocida para los kichwas del norte llamada Triste destino. El video fue producido por Grande Liga Records y Artistic Business Inc., es tendencia a nivel nacional. Su música en kichwa y castellano hecha con melodías de la guitarra, el rondador, la quena, el charango renace las memorias de la infancia con el ayllu, el hogar montañoso lleno de quebradas con olor a leña y roca mojada. Me llevan a ese momento en los buses de camino a casa, y volver a escuchar y ver el video erizan la piel, conmueve la historia hecha por personas de la comunidad, lo cual crea confianza, alegría, orgullo, familiaridad; tal vez eso es lo que se llama el calorcito de la identidad.
El video musical además de despertar afectos hogareños también muestra el dolor y realidades de las mujeres kichwas que viven violencia de género. En Triste destino se puede observar cómo opera la alianza patriarcal que sostiene la violencia en una comunidad. La protagonista es una joven kichwa que aparece en escena vendiendo comida y un joven casado y agresivo con su primera pareja, razón por la que termina esa relación. Tras esto, el joven ingiere alcohol y acosa a la joven en su espacio laboral y más tarde la abusa sexualmente. Siguiendo la escena, se culpa a la mujer (a nivel familiar/comunitario) y se le realiza un baño ritual o que a su vez también puede interpretarse como un castigo por haber sido objeto sexual. Así se replica la idea machista de que la mujer es culpable de cualquier situación de violencia, lo cual es una creencia muy peligrosa.
La joven vive varias situaciones de violencia: acoso, violación, acusación, tal vez obligada a la maternidad, incluso se minimiza la violación y se concilia para que forme una familia con su violador. Esta historia es similar al de muchas mujeres que son culpadas por vivir violencia en lugar de ser escuchadas y acompañadas para acceso a la justicia ordinaria o indígena. El padre de la joven se enoja y castiga solo a la mujer. ¿Qué sucede con el hombre? Debido a la alianza patriarcal muchas mujeres que piden ayuda en justicia indígena se encuentran con que los cabildos tienen dificultades de laborar con enfoque de género y se alían con el agresor basándose en roles y estereotipos de género y, por ende, perpetúan la violencia sobre ellas. Hay casos en los que las mujeres son expulsadas de la comunidad por denunciar la violencia. Además en la justicia ordinaria, las mujeres acuden por apoyo, pero se las revictimiza o discrimina. Urge inversión en el sistema de protección a mujeres desde nuestras realidades y en nuestro idioma. Pertinente también ver el video con esta mirada crítica donde la mujer tiene derechos para hablar y denunciar todas las formas de violencia. Importante que el arte como en este caso genere pensamiento crítico y desnaturalizar las violencias. (O)