Esta palabra tiene gran tradición cultural, pero cada vez menos creyentes. Los arrebatos creativos que se atribuían a una musa, a Dios y a fuerzas desconocidas, cada vez se esperan menos, tanto, que algunos artistas se han burlado: “Si viene la inspiración, que me sorprenda trabajando”. Lo cierto es que la entrega creativa parece nacer de una disposición, de un empuje que no tiene que estar indispensablemente ligado al arte.
En rigor, nadie crea desde la nada, por eso, los productos humanos van emergiendo de una cadena de enseñanzas e influencias. Objetos, ideas, fórmulas, maquinarias, cuentan con antecedentes a los cuales se aplicó la novedad, el giro de tuerca, el agregado que operó hacia transformaciones útiles y conceptos nuevos. Los artesanos, los científicos, los navegantes han sido tan creativos como los artistas para regalarnos una salida renovada a las limitaciones naturales.
¿Debemos esperar de los políticos ese punto de talento que los lleve a encontrar soluciones a los grandes problemas públicos? Es dable que sí. Lucen tan seguros y sabios cuando dicen saber lo que hay que hacer: ¿disponer de los fondos de las reservas nacionales, regresar a una moneda propia, buscar el padrinazgo de potencias extranjeras? Cualquiera de las medidas arrastra el tufo de lo conocido: surgen al calor de inspiración neoliberal o se han probado en los admirados horizontes socialistas. Y se abre la batalla, según se acepte una u otra posición, según se declare de trabajar para las élites y para el sufrido pueblo.
El Ecuador necesita de una avalancha de inspiración y de extraordinaria dedicación al trabajo. Requerimos de ideas nuevas, audaces, que miren hacia atrás para no repetir errores y saquen las lecciones adecuadas de tanto desgobierno, de tanta artimaña falaz que ha ofrecido y no ha cumplido. Los ciudadanos desempleados estarán deseosos de emprender el esfuerzo colectivo de las grandes tareas, si con ello ganan su sueldo y se les ilumina el futuro.
Cada persona ocupa un puesto en la vida para el cual ha tenido que pasar por procesos de esfuerzo...
Ya sea en el campo de la aportación teórica como en el de la aplicación práctica un rasgo es indispensable: la honestidad. Esa cualidad que reclamamos a gritos los ecuatorianos porque se ha ausentado por décadas –si no, siglos– de la palestra pública, tomada como el territorio del festín, de la oportunidad para el rápido enriquecimiento. Se amplió el círculo a tal punto de que vemos corrupción en cada gesto, en cada acción por mínima que sea. El ladronzuelo de la calle hizo un modus vivendi corrupto. El funcionario que recibe coimas asentó sus obligaciones en ellas.
Yo derrapo hacia la creatividad artística, porque a sus entregas he ligado mi vida. Balzac tomaba 40 tazas de café al día, los simbolistas franceses bebían absenta y recibían de la “diosa verde” palabras para sus versos, Picasso caminaba por la playa mientras decía “yo no busco, encuentro”. Y allí están sus legados, al alcance de cualquiera en materia de novelas, poemas, pinturas de supremo fulgor para derramar luz sobre realidades que todos vivenciamos y sentimos, sin los elocuentes esplendores del arte. Cada persona ocupa un puesto en la vida para el cual ha tenido que pasar por procesos de esfuerzo y revelación.
Si lo hace con conciencia y honestidad, con las dosis de alegría y dolor que supone estar vivo, su existencia ha tenido sentido. (O)