En el turbulento mundo en que vivimos, cada día nos trae un nuevo realineamiento de las posiciones de los países o, diríamos mejor, los hacen evidentes.
Lo vemos en la reunión de líderes de varios de los países progresistas iberoamericanos en Santiago de Chile en esta semana. A más del anfitrión, el presidente chileno Gabriel Boric, se han hechos presentes los presidentes de los Gobiernos de España (Pedro Sánchez), Brasil (Lula da Silva), Uruguay (Yamandú Orsi) y Colombia (Gustavo Petro); una suerte de no alineados.
España, que ha rechazado el aumento del porcentaje al 5 % del Producto Nacional Bruto para defensa, casi impuesto por el presidente de EE. UU., Donald Trump, alegando el peligro de Rusia; Brasil, que ha condenado la pretensión de Trump de gravarle con nuevos aranceles si no liberan las cortes de Justicia a su amigo Jair Bolsonaro; Colombia, que ha decidido separarse de la OTAN, por no comulgar con sus propósitos, y sobre todo, ha decidido terminar con la presencia de soldados norteamericanos en suelo colombiano, en 7 bases militares; Chile ha mantenido una respetabilísima política internacional independiente; Uruguay, con un presidente de reciente elección, pero que con su presencia significa que mantendrá la línea de su partido y de sus emblemáticos líderes, como Mujica.
En las próximas horas, luego que haya concluido el presente artículo y termine la reunión, podremos conocer con más claridad las presiones a que han estado y están sujetos estos Gobiernos en relación con la política, o antipolítica, de aranceles de Trump; y también sobre lo el conflicto de Ucrania, en que la OTAN, y sobre todo Europa occidental, busca apoyo contra la ofensiva rusa.
La principal víctima de las guerras es la verdad; a juzgar por las informaciones de cada bando, ambos lucen vencedores. Pero, en el caso presente, al momento, al menos, la posición de Rusia luce predominante. Es, tal vez, por eso que los europeos traten de convencer a China a disminuir la intensidad de su apoyo a Rusia; al parecer, esa presión se está ejerciendo también sobre los países latinoamericanos. Mal harían estos en comprometerse en esta guerra europea, en que se disputa si Ucrania se incorpora a la OTAN o permanece en estado de neutralidad. Si Ucrania declara su neutralidad, la paz está al alcance.
Esta reunión de los países progresistas tendrá que pronunciarse sobre la decisión de Colombia de terminar la presencia de bases de EE. UU. (7) en su territorio. El señor Trump habría dicho que ellos no retirarían sus bases, porque con ellas defienden los intereses de su país; con esto nacería un conflicto cuyas consecuencias son difíciles de prever: se desarrollaría una gran reacción nacionalista en el interior y una condena internacional.
Esto, de que Estados Unidos se niegue a abandonar las bases militares, es una prevención para Ecuador, en el afán del Gobierno de querer contar, nuevamente con la presencia de una base militar norteamericana en su territorio, similar a lo que fue la de Manta. Si se permite que el más fuerte se establezca en el territorio del más débil, este puede perder su soberanía,
En Chile, se dijo que “la democracia está bajo ataque”. (O)