En un artículo escrito dos días antes del hecho tratado solamente caben las dudas y las suposiciones o las hipótesis. Para sustentarlas cabe considerar nuestra propia experiencia en el asunto. Lo primero a recordar es que Ecuador tiene larga experiencia en las consultas populares, ya que desde 1978 se han realizado catorce. Esto podría llevarnos a asegurar que nuestra cultura política goza de excelente salud, debido a que hemos optado frecuentemente por este ejercicio de democracia directa. Sin embargo, el optimismo se reduce cuando se observa que, con excepción de una consulta (la del Yasuní), todas ellas fueron convocadas por los gobernantes del momento. Es decir, fueron hechas de arriba hacia abajo, lo que puede tomarse como un indicador de cierta pasividad de la ciudadanía, pero también -y sobre todo- como la utilización para fines no siempre claros por parte de los mandatarios.

Otro aspecto importante es que en cinco de las seis ocasiones en que se hizo una sola pregunta triunfó el sí y solamente en una se impuso el no. En todos esos casos, independientemente del contenido de la pregunta, la consulta se interpretó como una medición del apoyo o el rechazo al gobernante. Algo similar sucedió en las ocasiones que incluyeron varias preguntas, tanto cuando todas fueron aprobadas, así como cuando todas fueron rechazadas. Al ser consideradas de esa manera, su resultado político, más allá de los temas consultados, fue el fortalecimiento o el debilitamiento del gobernante.

Solamente en cuatro consultas que contenían varias preguntas la ciudadanía aprobó algunas y negó otras, lo que se podría interpretar como una decisión tomada en función de los contenidos y no necesariamente (o no solo) por quien las formulaba. Pero, aún en estos casos, hay indicios de que, en apreciable medida, pesó la evaluación del mandatario, ya que cuando este contaba con el favor popular las respuestas negativas se restringían a una pregunta, mientras que cuando la aprobación presidencial estaba en niveles bajos apenas se aprobaba una y se rechazaban las demás.

Con estos antecedentes es posible presentar las suposiciones sobre la consulta de este domingo. La primera considera que todos los temas fueron aprobados. Considerando nuestra larga experiencia, esto significaría que se impuso la imagen positiva del presidente más que el contenido de las preguntas. Si suponemos, en segundo lugar, que todas las preguntas recibieron respuestas negativas, haríamos la misma reflexión, pero con signo contrario. En cualquiera de los dos casos deberíamos preguntarnos si se trató de un ejercicio de democracia directa o un caro sondeo de opinión.

La tercera suposición es que la ciudadanía haya aprobado unas preguntas y rechazado otras. En ese caso se podría decir que no predominó el apoyo o rechazo al presidente, sino que se atendió al contenido de las preguntas. Pero, para cualquier interpretación que vaya más allá de esta constatación, sería necesario hacer un examen cuidadoso del contenido de cada una. Además, para comprender sus efectos políticos sería necesario indagar en sus motivaciones, ya que son pareceres y sentimiento muy distintos los que llevan a rechazar o aprobar la instalación de bases militares que los que conducen, asimismo, a aprobar o rechazar la instalación de una asamblea constituyente. En fin, metodológicamente no es lo más conveniente una hipótesis a destiempo, pero algo ayuda. (O)