El presidente electo Daniel Noboa ha dado señales claras de que se viene una renovación generacional en la política ecuatoriana. Un fenómeno disruptivo que marcaría un antes y un después. La designación de un puñado de mujeres muy jóvenes, sin mayor experiencia, en ministerios clave de Economía y Finanzas, Energía y Minas, y a la vez del Ambiente, reafirmaría esta visión de romper con el pasado.

Una muestra del cambio es que el presidente electo evita participar en polémicas que son parte del rifirrafe político, sin agregar valor a una gobernabilidad que procura acuerdos duraderos en lugar de dimes y diretes.

No ha salido a polemizar con el presidente saliente respecto a su declaración de que entrega un país en 2023 en mejores condiciones que en 2021, lo cual en verdad es insostenible. Ecuador está a un tris de ser considerado un narcoestado por su incapacidad de controlar a las mafias internacionales y a sus cómplices de las bandas locales que se han adueñado no solo de las cárceles sino de barriadas en ciudades de la Costa que son rehenes de las llamadas “vacunas”.

Tampoco ha controvertido sobre los apagones causados por el presunto aumento del consumo eléctrico en 17 % anual, producto del bienestar en los hogares ecuatorianos generado presuntamente por la reactivación económica promovida por el Gobierno cesante. O porque ha habido tantos viajes presidenciales al exterior para contentarse con la parafernalia del poder, o porque ha habido una profusión de condecoraciones de Estado a personajes sin mucho mérito, salvo alguna honrosa excepción. Tal vez es mejor que las redes sociales se hayan encargado de censurar a un mandatario que parece vivir en una sociedad distópica (de realidad ficticia).

(...) podría ser articulador de una relación armoniosa Ejecutivo-Legislativo, en beneficio del país...

El principal problema al que deberá hacer frente Noboa –al margen de la tan precaria seguridad ciudadana– es el relacionado al débil crecimiento de la economía nacional, desde hace una década, que contribuye a mantener una pobreza endémica en un país donde la falta de oportunidades obliga a la migración de muchos jóvenes, sin futuro ni esperanzas.

La noticia auspiciosa es que el presidente electo promueve un gran acuerdo de gobernabilidad con las distintas facciones representadas en la Asamblea Nacional, AN, incluido el afeado correísmo. Una equitativa distribución de las 15 comisiones legislativas, así como de los siete puestos en el Consejo de Administración Legislativa, CAL, serán la clave de este punto de quiebre que deberá responder a principios de transparencia y, más aún, de interés general.

Las intensas negociaciones dejan entrever un cierto consenso en torno a la figura de Henry Kronfle para ejercer la presidencia de la AN. El experimentado legislador nacional del PSC tiene habilidades de buen componedor luego de haber transitado durante siete años por los sinuosos pasillos parlamentarios. Junto a Noboa podría ser articulador de una relación armoniosa Ejecutivo-Legislativo, en beneficio del país, un inesperado desenlace de la pugna de poderes que condujo a la muerte cruzada.

Con mayor razón si el plan trazado por el Gobierno millennial prevé enviar una sucesión de proyectos de ley con carácter urgente, empezando por el denominado “pacto fiscal” que debería tener sus correlatos de energía y ambiente. (O)