El psicólogo, político y académico, Jaime Costales, escribió hace 20 años una destacada novela política titulada Alegres sátrapas, en la que funde en la ficción literaria a personajes políticos y sus adláteres perversos y corruptos para explorar la condición humana de los demagogos, populistas y autoritarios civiles, que han infectado y deteriorado la democracia en América Latina.
Allí están retratados personajes de fines del siglo pasado y comienzos del siglo XXI, que se puede aumentar con los nuevos sátrapas latinoamericanos, que anhelan el poder, pero viven frustrados por sus fracasos porque han sumido a sus países en la miseria.
El relato se mantiene y se ha profundizado cuando se lee que una parte de la población recibe y festeja a los demagogos, corruptos que lucran a mansalva de la estulticia colectiva que cosechan en los momentos más amargos de la historia.
Basta revisar los fracasos de las dos últimas décadas. Venezuela vive la peor crisis de su historia, con una dictadura feroz, que le tiene sumido a su pueblo en la pobreza y la miseria, conculcados todos los derechos y libertades y con centenares de presos políticos, incluidos menores de edad. Generaron una diáspora con la huida de millones de personas en nombre de la revolución y el fracasado socialismo del siglo XXI.
Existe un expresidente, prófugo de la justicia, que se vanagloria de ser asesor de la dictadura de Venezuela, a través de dos mediocres exministros de Finanzas, cuyos resultados concretos evidencian el fracaso total de ese gobierno, con un salario mínimo equivalente de $ 5 y la caída estrepitosa de la producción petrolera. ¿No debería dar vergüenza ser asesores de un modelo fracasado y de un gobierno que se le vincula a un cártel del narcotráfico?
En Argentina destruyeron la economía y se robaron los dineros, al punto que su expresidenta fue condenada por los atracos que cometiera y permanece en arresto domiciliario, con el falso argumento de los corruptos: persecución política.
En Bolivia gobernantes del socialismo del siglo XXI le llevaron a la peor crisis de la historia reciente, con mayor pobreza y miseria, destruida la institucionalidad, sin dólares en el Banco Central, que ha determinado la profunda escasez de los derivados del petróleo.
¿Hay condiciones para la inversión?
En Perú los últimos siete presidentes han sido enjuiciados por corrupción, cinco que han ido a la cárcel o arresto domiciliario y allí están; uno condenado que de la penitenciaría salió a su casa a morir luego de haber permanecido quince años preso. Otro se suicidó para no ser detenido. Sin embargo, este país tiene sólidas instituciones que se mantienen firmes pese a la situación de los ex mandatarios.
Colombia tiene a un presidente cuestionado y deslegitimado, que defiende a la dictadura de Venezuela y reconoce al tirano que usurpó el poder contra el pronunciamiento popular expresado en las urnas y que el mundo condenó el monumental fraude. Prometió la paz total en Colombia y ha sido un fracaso total. Al contrario, la violencia se ha recrudecido.
Ecuador con una débil o inexistente institucionalidad, que cayó atrapado durante 10 años en un proceso de desbaratamiento interno, con una Constitución nefasta, que la gente aprobó sin leer ni entender, de la que resulta difícil salir y que constituye la piedra angular de una crisis profunda. (O)