El advenimiento de un nuevo Gobierno crea expectativas y esperanzas a todo el Ecuador, pero mucho más al sector agrario, frecuentemente devaluado, disminuido en su importancia a pesar de los frecuentes dichos de líderes de todos los matices que manifiestan lo contrario. De allí que celebramos las repetidas manifestaciones del presidente electo Guillermo Lasso por sus promesas de apoyarlo frontalmente; reiterado que hará todos los esfuerzos para recuperar el dispendio de los activos públicos, sin que le disgusten opiniones y hasta críticas que se formulen para contribuir a su eficaz desempeño.

En tal virtud, en esta oportunidad, porque habrá otras, traemos a la memoria del jefe de Estado escogido hechos acontecidos que encajan en los esquemas de corrupción a los que estuvimos sometidos, que imponen la devolución de lo “robado”, acción enderezadora basada en los propios informes de auditorías públicas que duermen el sueño del olvido. Nos referimos a un monumento a la estupidez construido en la exorbitante cifra de 58 millones de dólares dentro de las instalaciones de la otrora emblemática estación experimental Pichilingue de Iniap, obra contratada con una empresa cubana que se vanagloriaba enarbolando el emblema de su país en el lugar que correspondía al tricolor nacional, cada vez que recibía un avance por la obra. De ese armatoste queda solo un cascarón inservible, inútil, nido de roedores, reptiles y “almas en pena” en concierto, sin ninguna utilización, abandonado, cuyo pago hasta hace poco constaba en el escuálido presupuesto ministerial, comprobable en los informes de cumplimiento que anualmente efectúa la cartera de Agricultura.

A estas alturas del conocimiento científico, la producción de esa extraordinaria planta, por su concepción y los productos que elaboraría, hubiese sido de gran utilidad, pues se trataba de preparar insumos a partir de organismos vivos, como hongos, bacterias, virus, etc., o macrorganismos (ácaros e insectos benéficos), extractos naturales, aplicados en las actividades agrarias, agroindustriales, inocuos en lo alimenticio, sin afectar a las personas que los manipulan, complementando o reemplazando con ventaja a los pesticidas tóxicos, sin provocar daños ambientales o a la biodiversidad. Lo deplorable, que ensombreció el proyecto, es que se pretendía ilusamente importar cepas de otros lugares cuando aquí tenemos en demasía para todos los fines, perfectamente adaptados, tanto que técnicos respetables aseveran que allí estaría la solución para enfrentar con éxito el Fusarium, raza tropical 4, abriendo un horizonte de confiable delirio. Los documentos que respaldan estas expresiones traducen que la principal responsable del engaño fue una compañía de origen cubano, claramente identificable, forzada a redimir lo entregado con plena conciencia de actores nacionales que ahora pretenden descargar su complicidad con la muletilla de que actuaron por “orden presidencial”. Así como se percibe una nueva alborada para otros sectores, es hora que también resplandezca y se inaugure la justicia para la agricultura y todas sus manifestaciones creadoras de riqueza y prosperidad. (O)