La Ley prohíbe hablar de las elecciones, así que dediquemos tiempo al tema más importante de los menos importantes y relajemos el espíritu, mientras reflexionamos sobre el domingo ya que la democracia (con todas sus imperfecciones) se sustenta en el esfuerzo de todos para tomar mejores decisiones colectivas. No es sano ir a la fila electoral y esperar una lejana inspiración, hay al menos que evaluar pros y contras para tomar una decisión.
El fútbol ecuatoriano ha hecho progresos muy importantes. Clasificados a cinco de los últimos siete mundiales (incluyendo 2026) y al próximo clasificamos como segundos en Sudamérica a pesar de arrancar con 3 puntos menos (sinceramente, de manera justa). Nuestros clubes (Liga, IDV y Barcelona) en los últimos 20 años han llegado en Copa Libertadores (la gloria eterna) a 2 finales (1 ganada) y 3 semifinales, y en Copa Sudamericana (la mitad de la gloria) a 5 finales (4 ganadas). En categorías inferiores incluso obtuvimos un tercer lugar mundial. Y algo quizás más subjetivo, el jugador ecuatoriano es cada vez más buscado por encima de otras nacionalidades antes más apreciadas, y tenemos compatriotas en equipos de alto voltaje, como PSG (campeón de Europa), Arsenal, Chelsea (campeón del mundo), Milan, Flamengo (final de Libertadores) o Mineiro (final de Sudamericana) y muchos otros regados en el mundo. En Sudamérica, es casi evidente, somos terceros (¿cuartos?) detrás de Argentina y Brasil.
Progreso ligado a 2 factores:
Uno, la globalización: mercados internacionales más abiertos que promueven competitividad y mejoran el nivel de los jugadores, igual que sucede en los diversos ámbitos de la economía (y el fútbol, más allá de la emoción y la pasión, es un mercado inmerso en el desarrollo económico).
Dos, algunos equipos se han ajustado de manera positiva desarrollando capacidades para aprovechar las oportunidades que el mundo ofrece (como sucede con los exportadores ecuatorianos y en particular los camaroneros). ¿Qué quiere decir “se han ajustado”? Lo más importante: tienen una propiedad claramente establecida, hay inversionistas que ponen recursos para obtener resultados y lo hacen con calidad profesional y entusiasmo futbolero. Cuando no hay propiedad, es muy difícil obtener resultados importantes porque uno no sabe si se beneficiará del eventual éxito detrás del esfuerzo (por ejemplo, el de formar jugadores). Desgraciadamente esto sucede aún en la mayor parte de clubes: no hay claridad sobre las deudas cuando aparecen extrañamente “papelitos” de compromisos nunca registrados o sobre los pases de los jugadores (cuando hay transacciones, ¿cuál es el destino de los fondos?), y al llegar una nueva dirigencia recibe el club sin saber qué mismo está recibiendo … y lo pasan adelante de la misma manera. Por eso era muy importante la nueva ley que permitía convertir a los clubes en sociedades anónimas, pero fue declarada inconstitucional. Y claro, otro problema enorme de nuestro fútbol es la influencia de las mafias: lavado de dinero (lo dijo el embajador americano), amaño de partidos, amenazas alrededor de las apuestas, suspicacia sobre resultados excesivos o decisiones arbitrales … ¡un entorno que puede echar abajo los esfuerzos positivos! (O)