Que la historia está escrita por los triunfadores, y que se ha convertido en un desfile de oropeles, generales, batallas, discursos y cortesanos, parece una verdad evidente. Y que en ella no hay lugar para los derrotados, los traicionados y los modestos individuos sin los cuales no serían los países como son, también es verdad. La historia es una galería en la que no caben los perdedores.
Sin embargo, para entender cómo se formaron las naciones y cuál fue la línea argumental de sus procesos, es necesario considerar el reverso de la historia y mirar el lado oscuro de los héroes, los matices opacos de los triunfos, las deslealtades, los espionajes, las renuncias. Entonces, muchos temas, al parecer inexplicables, revelan sus verdades. Entonces, si el personaje es un hombre grande, su grandeza crecerá. Si no lo es, habrá un ícono menos, una mentira menos y una certeza más.
...si el personaje es un hombre grande, su grandeza crecerá. Si no lo es, habrá un ícono menos, una mentira menos...
En estos días, con motivo del bicentenario de la batalla del Pichincha, se recuerda la entrevista entre Bolívar y San Martín, en la ciudad de Guayaquil. Y pese a las nuevas evidencias, aún no se explica del todo por qué el argentino le cedió la gloria al venezolano; por qué el uno decidió irse a Europa y no volver jamás, mientras el otro cosechaba los triunfos de Junín y Ayacucho, para morir después, solitario y decepcionado, en la casa de un español que le acogió en Santa Marta. Esos episodios son, lo que se podría llamar, el reverso obscuro de la historia.
Es parte de ese reverso de la historia la vida de Francisco de Miranda, el mentor de la independencia latinoamericana, el promotor de la Gran Colombia, el inventor del pabellón tricolor, el genio de los contactos en Europa, el comandante ruso, el amigo íntimo de la zarina y el comandante de las batallas en la Revolución francesa, el dueño de la más impresionante biblioteca de su tiempo, el escritor, miembro de las sociedades secretas y hombre de mundo. El único americano cuyo nombre consta como general glorioso en el Arco del Triunfo en París.
Es parte de ese obscuro reverso de la historia la traición que, en 1812, le llevó a Miranda a manos de los españoles y su entrega al general Monteverde, su enemigo esencial, su prisión en las mazmorras de Puerto Rico y en la soledad de la Carraca, en Andalucía y, finalmente, su muerte en el abandono más extremo, en 1816, entre cadenas y desprecios.
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Miranda necesita una reivindicación, un recuerdo, un monumento, no en las plazas, sino en la memoria de la gente que se preocupa por explorar la identidad de estos países, porque sin él, la independencia está incompleta. Y la idea de la Gran Colombia queda coja.
Además de San Martín y Miranda, y de los episodios que marcaron sus vidas, hay otros personajes, otros procesos y otros hechos que explican lo inexplicable de la historia y que completan las “biografías” de los países. Es una tarea que impone la objetividad y la verdad necesarias para entendernos, para comprender las complejidades de una república que aún no cuaja. Y para intuir cómo es el poder y la política. Y cómo operan sus secretos. (O)