Durante estas últimas semanas, en distintos rincones de la patria, miles de personas se unieron en carreras, caminatas y acciones solidarias para apoyar causas que tocan el corazón de nuestra sociedad. Y esas actividades demuestran que este país tiene un motor en el voluntariado y que cuando las razones para reunirse tocan el corazón, la gente acude.

El valor de la acción conjunta tiene su elemento más destacado en el voluntariado. Es decir, aquellos que con plata y persona (como decimos en Ecuador) dan de su tiempo para compartir una meta social. El voluntariado es un fenómeno social hermoso y existe en todos los países, marca la diferencia e inspira.

Hoy se conoce que hacer voluntariado beneficia a la sociedad y también a los individuos involucrados, así lo demuestra el estudio de Alganami, F. H. y Keshky, M. (2025) realizado en Arabia Saudita con 750 personas, descubre que quienes hacen voluntariado añaden a su vida felicidad, conexión social y sobre todo un sentido de autoeficacia. En términos sencillos, quienes son parte de un voluntariado dan a su vida un significado adicional, fortalecen su autoestima al mirarse como trascendentes y útiles para otros.

Ecuador es un país que tiene en su ADN el sentido comunitario. Así lo refleja nuestra historia, donde la minga juntó a barrios e instituciones para llevar a cabo labores que el Estado no pudo. Hoy, a pesar de la crisis, muchas personas dejaron la comodidad de su sillón para sumarse a caminatas y carreras que se organizaron para causas benéficas. Esa es una muestra importante de la fuerza que mueve al Ecuador.

El voluntariado y las acciones colectivas son exitosas cuando las respalda una declaración clara de objetivos y una rendición transparente de los recursos que se emplean. Las organizaciones históricas muestran que es posible mover las voluntades, por ejemplo, los voluntarios de la Cruz Roja a nivel mundial. Rendir cuentas de los recursos que se recolectan a partir de obras sociales y de voluntariado es urgente, sobre todo en países donde la sospecha de corrupción ensombrece todo.

Si el Estado entre sus actividades diseñara una línea de voluntariado en todos los ministerios y dependencias, puede bañar de prestigio social al servicio público. Sobre todo, cuando hay varias denuncias históricas que empañaron la credibilidad en los gobiernos anteriores y pusieron en entredicho sus intenciones.

A nivel local los Gobiernos autónomos descentralizados pueden ser el eje para que los barrios y comunas organizados realicen acciones sociales comunitarias. Y en ese proceso podemos devolver al país la esperanza de días de paz y dinamizar la economía. También las empresas pueden encontrar en el voluntariado un área para ejercer su responsabilidad social.

Además, las acciones de los voluntariados mueven no solo voluntades, también transfieren recursos de quienes pueden y desean donar tiempo y medios a otros sectores sociales. El voluntariado cobra fuerza cuando son sus líderes sociales los que militan y muestran con el ejemplo que es posible dar más de lo que exige su función. (O)