El paro indígena se mantiene como noticia en desarrollo. Se esperaba que la dispersión de los manifestantes en torno al parque El Arbolito de Quito daría paso a un diálogo entre la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie) y el Gobierno, pero el levantamiento se mantiene irreductible, a pesar del caos de suministros que origina. La medida de fuerza se complementa con la pretendida destitución del presidente Lasso por parte de la Asamblea, a manera de orquestación de un golpe de Estado financiado por el correísmo.

El renovado asalto al poder abre una profunda fractura social entre el movimiento indígena y la población que no apoya sus métodos violentos de protesta. Viene ocasionando un perjuicio gigantesco a las actividades productivas –y a la propia imagen del país– aumentando un sentimiento de rechazo de quienes no pueden ejercer su derecho a trabajar, sin ser agredidos a mansalva. La responsabilidad recae en una dirigencia que, con su discurso trasnochado y anarquista, promueve la agitación social en procura de sus protervos fines.

Motivo de análisis la consecuencia que tiene para la sociedad ecuatoriana que un grupo de presión reducido como la Conaie, intente imponerle a la fuerza una plataforma que contiene lineamientos guiados por el oportunismo político; un listado de reivindicaciones que procura un consenso moral difuso respecto a la legitimidad de su causa. Con esta estrategia mañosa, una minoría bien organizada y vociferante de 20 mil indígenas, que ha acumulado experticia en el cierre de carreteras y en converger para la toma de facto de la capital, impone a 17 millones de ecuatorianos la voluntad sectaria de sus líderes que los manipulan con su prédica politiquera e incendiaria.

Iza no es sino un pirata, desde el punto de vista etimológico de la palabra: el que quema y destruye, según indica su prefijo (pira). Y lo peor de todo es que es un pirata contumaz que tiene tanto poder que se ha vuelto un intocable, por encima de la ley y el orden, como todos los de su género. Que, beneficiado por una malhadada amnistía, se ha sentido libre para volver a sus correrías asumiendo el rol de paladín de su etnia y una masa de desposeídos que claman contra el capitalismo y el neoliberalismo empobrecedor. Olvidando que, acompañando el mismo discurso, la Conaie contribuyó a la llegada al poder del gobierno más corrupto de la historia, que con la promesa de redimir a los pobres se hizo impúdicamente rico. Al margen de la persecución del pasado, los viejos aliados se reconcilian para desafiar la institucionalidad democrática y pretender derrocar a un Gobierno legítimamente elegido hace un año, que necesita estabilidad para impulsar la reactivación económica.

Capítulo de censura, el rol de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) promotoras de los derechos humanos, que, cooptadas por el izquierdismo, mantienen una visión ideológica sesgada sobre quienes han sido los verdaderos violentos. No es a la fuerza pública que ha actuado con celo y prudencia, a la que se deben imputar muertos y heridos sino a Iza, cuya protesta vandálica y desenfrenada ha inmolado a los suyos. (O)