El precio del petróleo está en alza. Se valida el objetivo del presidente Lasso de duplicar la producción petrolera. Con estos precios y mayor producción mejoraría la situación fiscal en varios miles de millones de dólares anuales; a pesar de la venta anticipada de crudo a petroleras asiáticas, de la ineficiencia en la refinación y la compra de derivados, del gasto de Petroecuador y del subsidio a los combustibles, todos factores que en su conjunto merman lo que debería ser una fuertísima renta fiscal.

Esta alza de precios era algo que se veía venir, por la conjunción de varios factores. Primero, que hace siete años el precio comenzó a caer, llegó incluso a ser negativo en abril de año pasado, por consiguiente, se secó la inversión para desarrollar campos petroleros. En EE. UU., muchas empresas de esquistos que tienen costos altos quebraron, y las que quedan prefieren repartir las utilidades por los altos precios y no invertir. La Unión Europea se propone eliminar el consumo de petróleo y carbón y desestimula la inversión en esas industrias, canalizando los créditos a las fuentes de energía renovable. Bajo el presidente Biden, EE. UU. se suma a esa tendencia.

El desarrollo de energías alternas es un proceso gradual que toma décadas. Más rápido disminuye la producción petrolera que aumenta la energía eólica y la solar. El resultado es que comienza a faltar petróleo para satisfacer todas las necesidades, y suben los precios.

Las economías comienzan a recuperarse, en particular las de China, EE. UU. y Europa, crece la demanda de petróleo: ya supera a la de antes de la pandemia, y no se produce suficiente petróleo para cubrirla. La OPEP y sus aliados, incluyendo Rusia, acordaron un aumento gradual y medido de la producción, que se estima insuficiente para satisfacer la demanda. Los inventarios de crudo se están agotando. El crudo WTI, que es la referencia para Ecuador, sube a $ 80, y Goldman Sachs pronostica que va en camino a $ 90. Es un precio excelente, pero inferior al vigente entre 2010 y 2014.

Ecuador es uno de los países que dejó de invertir con los precios bajos. Ante la falta de dinero en caja, el Gobierno de Moreno sacrificó la producción petrolera; no asignó recursos para la inversión. El Ministerio del Ambiente no tramitó los permisos ambientales solicitados por las nuevas empresas contratistas, que no pudieron iniciar operaciones. En agosto de 2019 producíamos 550.000 barriles diarios y hoy 485.000, una pérdida de 65.000 barriles. La situación fiscal sería mucho más holgada si se hubiera invertido en petróleo.

El Gobierno de Lasso tiene el propósito de arrancar la recuperación de la producción lo antes posible. La meta es 520.000 barriles a fines del año. Para lograrlo, no hay tiempo que perder.

El esfuerzo concertado mundial para reemplazar al petróleo con fuentes alternas acelera el proceso de conversión. Quizá en 20 años la demanda de petróleo sea menor, y su precio esté deprimido, como el del carbón. Dado ese escenario, hay que sacar el crudo bajo tierra antes de que pierda valor.

Un fuerte incremento de los ingresos petroleros permitiría financiar la remediación de las áreas afectadas por la explotación petrolera no amigable con el ambiente. Que cuando toque fin nuestra era petrolera, no deje como legado una Amazonía contaminada. (O)