No me refiero a la novela de Dan Brown, tampoco a la película de DiCaprio, ni al origen del universo. Me refiero a esa capacidad de retroceder en el tiempo para encontrar la verdad que ocasionalmente buscamos para entender determinadas situaciones. Me refiero a la primera premisa que, en palabras de Thomas Hobbes, debe servirnos para llegar a una conclusión racional que nos permita tener la sensación de vivir u obrar con un permanente baño de verdad o con algo de sentido. Para llegar a una conclusión verdadera, las premisas que la precedieron deben tener dosis de verdad. Si una de las premisas es falsa, la conclusión no es falsa, es simplemente absurda. No lo digo yo, discútanlo con Hobbes.

Olvidándonos del candidato que desde el día de las elecciones aseguró su boleto a segunda vuelta electoral, la ciudadanía se plantea interrogantes respecto al candidato que debe acompañarlo en las elecciones venideras. Otra inquietud, y quizás más importante de cara a la elección que definirá al primer mandatario del país, es saber cuál de los candidatos fue el más beneficiado con el denominado “voto útil”. De los candidatos que pelearon su entrada a segunda vuelta, uno de ellos llegó -aparentemente- con un “voto duro” que es el voto fiel de sus seguidores; mientras el otro, al parecer no llegó con votantes convencidos, sino por quienes finalmente lo escogieron por la presión que ejerció el “voto útil”, como resultado de una audaz estrategia de campaña que tuvo la suerte de contar con informes de encuestas que influyeron positivamente en su candidatura. Parece que los astros se alinearon a su favor.

Es entendible que aquellos ciudadanos que dieron su voto “útil” a este último candidato se sientan engañados. De haber sabido “la verdad” sobre su ubicación, probablemente le daban el voto útil a otra lista. Para algunos, el candidato que una semana después de las elecciones aún peleaba el pase a segunda vuelta, realmente debió estar en quinto o cuarto lugar con su voto duro. No lo sé, pero a la luz del resultado pareciera que no tuvo mayor intención de voto. Gracias al voto útil hoy no está retirado de la política y nos está contando una historia de triunfo; victoria que realmente resulta del voto en contra de alguien. Hecho último que no difiere de lo que sucede en el mundo entero, ya que en las democracias actuales es más fácil unir a personas en contra de alguien que a favor de la tesis de un candidato.

Si no analizamos el contexto propio de una campaña política, podemos sentirnos engañados y/o manipulados. Incluso nos parecería que es cuestión de conseguir encuestadoras y/o personajes conocidos para que digan que nuestro candidato gana en primera vuelta, con la finalidad de envolver a la ciudadanía para que lo catapulten de un cuarto o quinto lugar al segundo puesto, pero realmente es más complejo de lo que parece. Es un tema de estrategia, de pura y dura estrategia, en el que se calcula las consecuencias de acciones y omisiones propias y de terceros. Por ello, los recientes resultados electorales, no deberían limitarse a una simple sensación de engaño como algunos sostienen.

No me cabe duda alguna de que planificaron y redactaron la estrategia. Esto no es algo que simplemente se le ocurre a alguien y lo guarda en su mente, debe escribirse. La estrategia es esa hoja de ruta a la que deben someterse y que, desde que inicia hasta que termina la campaña, proyecta cada una de las acciones del candidato. En ligas presidenciales, la meta es imponer al futuro gobernante, sea por las nobles razones que tenga el candidato o por los métodos de su consultor político. Y, como todo debe ser medido, es necesario que se establezca las normas de esa medición. Por lo tanto, si algo sabía ese candidato con su equipo de campaña, era la necesidad que tenía de crear un espejismo como virtual ganador de las elecciones, para inducir a la ciudadanía a que voten por él, lo que no explotaron otros candidatos.

Podrían decir que el candidato olvidó que la meta común era vencer a un modelo de gobierno caduco e inviable y que, si se trataba de “hacer patria”, todos -incluido él- debían impulsar el voto útil a favor de quien realmente lo necesitaba, pero, sin embargo, eligió presentar un farol buscando beneficiarse de ese voto para entrar en la contienda y hasta el momento le ha funcionado. Debemos reconocer que hay mucha habilidad, destreza y audacia en la estrategia ejecutada. ¿Es esa la fuente de lo que hoy vemos? ¿Es el verdadero origen que debemos entender por encima de cualquier sentimiento? Nos guste o no, y apartándonos del resultado electoral, la política se resume en el uso de astucia y engaños para alcanzar objetivos. Otra cosa muy distinta es que una misma acción parecerá brillante o aterradora según la reputación de quien la realiza.

Si ese candidato llega a imponerse la banda presidencial deberá continuar con una mochila muy pesada sobre su espalda. No será fácil avanzar políticamente con su porcentaje real de voto duro. Sería saludable que reconozca su estrategia -cualquiera que haya sido-, y no pretenda asumir que todos sus votos son de votantes convencidos, y que a partir de ello nos una alrededor de una causa común, que no es otra que el Ecuador que todos queremos.

Finalmente, con humildad o no, su éxito o fracaso será el de todos. En cualquier caso, no hay que perder el norte y recordar que “es mejor ganar corazones que ciudades”; y, nunca olvidar que “el resumen de todas las máximas y reglas morales, puede reducirse a una sola: la verdad”. En fin, mientras unos buscamos el origen de las cosas para tratar de entender ciertas acciones, otros buscan gobernar, aunque en algunos casos tengan que aplicar la premisa de El Príncipe, de Maquiavelo, que nos enseña que el fin justifica los medios. (O)