¡Santiii! Grité con toda la histeria de que soy capaz. Y no era para menos. Toparme con dos pacas de billetes en el cajón de los pijamas me dejó helada. Sí, dos pacas de billetes de cincuenta mil sucres guardados en un cajón. Desde hace algunos meses la quesera ya no iba bien. La permanente fluctuación del dólar encarecía todos los insumos importados que se utilizaban para la producción de los quesos “ANCOR, de Antonio Cordovez”, (mi suegro, quien nos había dejado el nombre).
Habíamos hecho cuentas y Santi decidió cerrar la quesera, vender los tanques de cuajada, todos los utensilios, las vacas, todo, y dedicarse a la producción de alfaharina, que, según él, sería más rentable. Las pacas de dinero eran justamente el producto de esa venta, pero ¿qué hacían en el cajón de los pijamas? Como corresponde a una mujer sensata como yo, mandé a mi marido al diablo, le dije hasta de qué se iba a morir. Él se defendió diciéndome que con ese dinero compraría la maquinaria para trabajar la alfalfa. Le pedí que depositara el dinero en el banco, que bien podía pagar con cheque y no exponerse al cargar tanto efectivo. A maldita hora le convencí.
Por primera y última vez en su vida me obedeció. Depositó la plata en el banco y se despidió de ella hasta un año más tarde, en que la pobre había reducido su tamaño en cinco veces y obviamente no servía para un carajo. Fue el feriado bancario de 1999.
Cómo sobrevivimos después y cuántas veces comimos coliflor gratinada con coliflor gratinada y zanahoria amarilla rallada, salteada, en soufflé, en sopa, en torta y en salsa blanca, con zanahoria amarilla rallada, salteada, en soufflé, en sopa, en torta y en salsa blanca, es otra historia que algún día les contaré.
Al cabo de un poco más de veintiún años el expresidente Jamil Mahuad trae a las estanterías de las librerías ecuatorianas una explicación que hace rato nos debía a los ecuatorianos: Así dolarizamos al Ecuador.
Muy válidas sus razones y comprensible su decisión, especialmente ahora que podemos ver la dolarización en perspectiva y sabemos que estaríamos mucho peor si nuestra moneda siguiera siendo el sucre. “Mal con ello, peor sin ello”, habría dicho la abuela. Era una decisión que había que tomarla y le tocó a él, pobre.
Desgraciadamente al doctor Mahuad se le olvidó que, de ninguna manera, esta es una celebración. Se le olvidaron el dolor, las muertes e injusticias que su decisión nos dejó.
Se le olvidó la gente que tuvo que migrar, el desarraigo, las familias separadas… el dolor.
Además se le pasó por alto hacer un mea culpa, hacerse cargo de la debacle que vivimos a propósito de la dolarización. Cuando él ya se había ido.
Al libro le sobran las fotos porque aquí hubo fiesta solo para unos pocos, doctor Mahuad. Las veo y no lo creo. ¿Así de insensible se puede ser? ¿Tan difícil es ser empático, solidario con sus hermanos ecuatorianos? Las veo y no lo creo.
En una exacta foto del diario, señor ministro del imposible, vi en pleno gozo y en plena euforia y en plena risa su rostro simple, seré curioso, señor ministro, de qué se ríe, de qué se ríe… Mario Benedetti. (O)