El historiador anglogermano Orlando Figes asegura que el ‘mundo ruso’, tal como lo ambiciona Vladimir Putin, es un absurdo histórico, pues el Kremlim no ve nada más que enemigos en aquellos valores europeos que la mayoría de ucranianos está defendiendo. Ya a comienzos del siglo XVIII Ucrania sufrió la agresiva y cruel colonización rusa entonces emprendida por el zar Pedro I el Grande. No es metáfora, pero, en pleno siglo XXI, Putin piensa y actúa como si fuera un zar déspota y malvado que desprecia la vida de los ucranianos como también lo hizo el antiguo Politburó soviético en medio de la catástrofe de Chernóbil.
A propósito de aquella explosión atómica ocurrida en 1986, poco menos de cinco años antes de independizarse de la Unión Soviética, los ucranianos experimentaron –en palabras de Yuri Andrujovich, en El último territorio (2003)– el tener miedo del viento, de la lluvia, de la vegetación y de la luz. En Moscú se pretendió, en nombre de la grandeza socialista, engañar a los ucranianos y a todo el mundo acerca del escape radioactivo. Andrujovich sabe lo que dejaron los soviéticos en Ucrania: “La corrupción como modelo permanente en las relaciones humanas”. Las temidas mafias ucranianas son hijas de las mafias rusas.
La parte increíble de esta guerra orquestada por Putin es que –como lo demuestra el historiador Timothy Snyder, en El camino hacia la no libertad (2017)– está inspirada en las ideas fascistas del filósofo ruso Iván Ilyin (1883-1954). El ‘oligarca supremo’ Putin desde 2010 ha ido adaptando el fascismo de Ilyin para que en Rusia reinen la oligarquía y la cleptocracia organizada. Ilyin, enemigo de los bolcheviques, aprobó el liderazgo de Mussolini y Hitler; y Putin ha estado citando a Ilyin para explicar por qué Rusia debía debilitar la Unión Europea e invadir Ucrania, pues Ilyin siempre creyó que Ucrania era una parte de Rusia.
Como otros en su tiempo, Ilyin definió la política como el arte de identificar y neutralizar al enemigo, y por eso justificó las guerras que amenazaban “los logros espirituales de la nación”, que ha sido uno de los argumentos de Putin para invadir Ucrania. Según Snyder, “en la década de 2010, las ideas de Ilyin favorecieron a los multimillonarios postsoviéticos, y los multimillonarios promovieron las ideas. Putin, sus amigos y aliados acumularon unas riquezas inmensas, por encima de lo legal, y luego modificaron el Estado para proteger esas ganancias”. (¿No suena esto a Rafael Correa, el exempleado de Putin?).
Ilyin cree que un redentor puede alcanzar riqueza y poder sin recurrir a la codicia o a la ambición. Por eso Putin utiliza a Ilyin, pues, como afirma Snyder, “sus ideas sirvieron para que los ladrones pudieran presentarse como redentores”. Putin se siente ese mesías de Rusia y por eso se ha autoconvencido de que él es la única persona capaz de hacerla más grande. En la invasión rusa hay armas letales con todo tipo de tecnología, pero este retorno del pensamiento totalitario, el derrumbamiento democrático en Rusia, el asalto ruso a la Unión Europea y las invasiones rusas a Ucrania también se justifican en ideas. Esta guerra es también batalla de ideas.(O)