En un reciente discurso en la Universidad Uniandes, el presidente de la Corte Nacional de Justicia (CNJ), doctor Iván Saquicela, en forma emotiva, convincente y firme dijo: “Que nadie meta las manos en la justicia, no nosotros, no quien habla, el país no puede permitir la politización de la justicia o la judicialización de la política, no por la Corte y por los jueces, sino por los ciudadanos, por los valores y por los bienes que perseguimos en el país”.
El presidente de la CNJ no es un político. Es un hombre de estudio, y me merece todo respeto, y sus palabras que reflejan sus intenciones son creíbles. Lo que él dijo lo sintió y desea sinceramente. Enfrenta sin embargo hoy el problema de un hábeas corpus cuestionado, y de otro al líder de los choneros, y muchas denuncias más sobre lo que pasa en el sistema judicial ecuatoriano.
Los problemas de la justicia ecuatoriana, del Parlamento y del Gobierno central y de sus instituciones no se solucionan por quien esté a la cabeza de las mismas. Se solucionan cuando toda la sociedad los entienda y tome la decisión de cambiar.
Recordemos cuando la Asamblea elegía a los miembros de la CNJ, en ese entonces Corte Suprema de Justicia, y los titulares decían: El bloque socialcristiano votó así, el bloque roldosista de esta manera y el bloque de la DP de esta otra, la ID de esta forma. Y luego, cuando habían votaciones dentro de la Corte para elegir al presidente, se decía: Los jueces del PSC, del PRE, de la DP, de la ID, de tal o cual otro partido votaron por tal o cual candidato a la presidencia de la Corte Suprema.
Recordemos que el pacto entre el PSC y el PRE en su momento, cuando Abdalá dijo “pacto con quien me dé la gana”, y que horrorizó a muchos seguidores del PSC, tenía como objeto tomarse la Corte, a cambio de la amnistía a Abdalá Bucarám. Recordemos también que las tanquetas rodearon la Corte para impedir la posesión de jueces que no eran del agrado del Ejecutivo. Recordemos que la “Pichi Corte” anuló en forma legítima tres casos de clara persecución política: El de Gustavo Noboa, el de Abdalá Bucaram y el del autor de este artículo. Como resultado de ello se destituyó a esa Corte por parte del presidente de la república, hecho insólito en cualquier país del mundo. El país se quedó sin Corte Suprema por varios meses, cosa inconcebible en cualquier país civilizado. Y cuando se posesionó la nueva Corte, le tocaba por mérito la presidencia al Dr. José Vicente Troya, pero ¡oh sorpresa!, salió electo otro presidente de muchos menos méritos, que tenía listo el discurso. Había pactado políticamente dentro de la Corte Suprema, para salir injustamente electo, a cambio de anular las sentencias de anulación ejecutoriadas antes mencionadas, pulverizando el principio sacrosanto de la cosa juzgada.
Recuerdo a los lectores estos hechos, y por limitación de espacio no puedo citar muchos más de la historia, para hacernos reflexionar que la toma de la justicia es parte de la lamentable y triste realidad de nuestra forma de hacer política. Y que cuando un presidente como el Dr. Saquicela llega al cargo, con un sincero deseo de hacer lo correcto, se encuentra que no tiene él la capacidad de nombrar o de eliminar jueces, que hay jueces que han sido puestos ahí para cumplir objetivos políticos, y que como está estructurada la CNJ y como la constitución organiza entre el Consejo de la Judicatura y la CNJ la forma de operar la justicia, si el cáncer está enraizado es muy difícil sacarlo.
Durante muchos años, la FaRC criticó “obscuras épocas de persecución” en las cuales un partido y especialmente un líder, se aseguraba siempre el control de las salas de lo penal, para poder así perseguir a quien se interponía en sus intereses. Pero cuando llegó al poder fue mucho más allá y tenemos evidencias de que se ordenó por escrito a los jueces jamás darle la razón a nadie en un juicio contra el Estado, se redactaron sentencias en la Presidencia de la República, y se manipuló a la CNJ para producir una sentencia contra una transnacional que ha sido internacionalmente condenada, dando un desprestigio total a la justicia ecuatoriana en el mundo.
El Ecuador necesita urgentemente sentarse a dialogar sobre temas en los cuales debe haber un acuerdo, un gran consenso nacional. La “purificación de la justicia” es uno. Pero hay muchos otros. Mientras no se haga esto, y esa agenda sea acordada, cosa que se ve lejana, seguiremos enardeciéndonos con episodios como el hábeas corpus reciente, pero no cambiaremos, porque para ello se necesita un acto de arrepentimiento colectivo y un propósito de enmienda. Estamos muy lejos de esto en cuanto a la justicia, a la tragedia que vive el IESS, a la reforma laboral, a la reforma de tasas de interés, al gran apoyo que debe recibir el potencial minero, a la modernización de nuestra educación, al sistema de salud, y tantas otras cosas sobre las cuales estamos tan, pero tan atrasados en enfrentar. (O)