Hoy quisiera proponer una reforma que por sí sola podría constituir un gran legado del Gobierno: la apertura financiera. Ecuador necesita volver a atraer capitales para poder crecer a una tasa más acelerada y dejar atrás el estancamiento que hemos sufrido por más de una década. Con este objetivo en mente, el Gobierno debe fijarse la misión de convertir al país en un centro financiero estrella.
Tener una economía dolarizada con un sistema financiero aislado del resto del mundo equivale a tener un Ferrari y no pisar el acelerador. Tenemos que explotar el potencial no realizado de tener una economía sin riesgo cambiario. Adicionalmente, siendo una economía pequeña, no deberíamos limitar nuestras posibilidades de crecimiento al ahorro interno, peor aún cuando nos hemos dedicado a destruir capital desde hace casi dos décadas, financiando un obeso aparato estatal.
El centro financiero internacional de Panamá como lo conocemos hoy es un fenómeno relativamente reciente, cuyo punto inicial es la reforma bancaria de 1970. Panamá esperó casi siete décadas para explotar el potencial de una economía dolarizada y es hoy el país más rico de América Latina con un PIB per cápita de $ 35.995. Debemos fomentar la competitividad en el sector financiero mediante el libre flujo de capitales, la apertura a los inversionistas extranjeros y la tributación territorial.
La cartera de créditos y depósitos en Panamá ambas superan el 100 % del PIB, mientras que las de Ecuador apenas llegan al 37 % y 41 %, respectivamente (cifras de septiembre de 2024). El ahorro externo captado por el sistema financiero de Panamá constituye un 38,2 % del total de la cartera de depósitos (cifras a marzo de 2025), en Ecuador es casi inexistente. En lugar de persistir en la fracasada política de controlar las tasas de interés, derivando como todo control de precios en escasez y mercados negros, deberíamos inyectarle competencia al sector financiero. La competencia internacional logrará que los ecuatorianos nos beneficiemos de una mayor oferta de crédito y mejores servicios financieros.
Una parte esencial de las barreras a la entrada de la competencia extranjera la constituyen el impuesto a la salida de divisas (ISD), el marco tributario global, una presión fiscal que supera la media regional, y la distribución obligatoria de utilidades. Los centros financieros estrella, en cambio, tienen un marco regulatorio que prioriza la libre concurrencia de entidades financieras nacionales e internacionales y la tributación territorial simple y baja.
La reforma se podría hacer adecuando la legislación financiera vigente al régimen de apertura financiera que existe en Panamá. Si la clase política se resiste a transformar todo el sistema financiero y tributario del país, otra alternativa es hacer del territorio ecuatoriano una “zona franca virtual” de servicios financieros, homologando la legislación financiera, tributaria y laboral con aquella de Singapur –superando de esta manera en competitividad al Centro Bancario Internacional de Panamá–.
Para llevar a buen puerto esta reforma es imprescindible que se financie la eliminación del ISD con la eliminación del subsidio a los combustibles, efectuando así otra reforma estructural que el Gobierno podría dejar como legado. (O)