Si se quisiera sintetizar en un concepto lo que está en juego en la elección de agosto no cabría duda de que ese sería la economía. Y, si se quisiera ir más allá y reducirlo a una palabra, esta sería la dolarización.

Aunque la seguridad constituye la primera preocupación de la ciudadanía y por tanto es el tema central de las propuestas de los candidatos, lo que suceda con la economía definirá en mayor medida el destino del país. De poco serviría que quien llegue al gobierno logre finalmente equipar a la Policía, que ponga a los militares en las calles y caminos, que traiga asesores especializados y que aplique un sinfín de medidas para enfrentar la inseguridad si paralelamente maneja la economía de la manera en que prácticamente todos ellos vienen anunciando. El desorden que se anticipa con esas propuestas alimentaría el caldo de cultivo de la delincuencia y el crimen organizado.

Un elemento común de las propuestas económicas de la mayoría de los candidatos es el uso de una parte –o incluso la totalidad– de la reserva monetaria internacional. Aludiendo a una cifra imaginaria de alrededor de nueve mil millones de dólares, sostienen que ahí están los recursos para lograr la reactivación y abrir el camino hacia el paraíso. Aunque los especialistas les demuestran que ese no es un dinero que esté a disposición del Gobierno, porque está conformado por los depósitos de los propios ciudadanos, por el encaje bancario, por los recursos destinados a los gobiernos locales y por parte de los fondos de la seguridad social, ellos buscan obtener el triunfo electoral con el anuncio de ese futuro luminoso. Ciertamente no habría de qué preocuparse si solo fuera esto, si se tratara nada más que de la compra de votos. Pero, el problema es que muchos de esos candidatos toman muy en serio su propio anuncio.

Aunque las leyes lo prohíban y la racionalidad advierta sobre los peligros, hay enormes probabilidades de que quien ejerza el próximo gobierno cumpla esa oferta. El corto periodo que tendrá para ejercer sus funciones y la perspectiva de reelegirse en el año 2025 serán alicientes para actuar de esa manera. El resultado más probable sería el derrumbe de la dolarización porque de manera más que inmediata sería necesario responder a las necesidades y reclamos legítimos de los propietarios de esa reserva. Dadas las bajas posibilidades de encontrar financiamiento externo vía deuda pública, la solución al alcance de la mano sería la emisión de un dinero paralelo y alternativo al dólar. No sería necesario que pasara más que el primer día para comenzar a sentir el proceso inflacionario derivado de la desconfianza que produce el dinero sin respaldo. La convertibilidad argentina colapsó de esa manera y sus nocivos efectos no han podido ser superados a lo largo de más de dos décadas.

Lo que está en juego es el ingreso familiar, el control de la inflación, el ahorro individual, la seguridad social, la inversión social en educación, salud, seguridad e infraestructura y, por supuesto, el combate a la delincuencia y al crimen organizado. Aunque parezca un cliché, hay que decir que la decisión está en el voto ciudadano y que este va a definir el futuro tanto inmediato como de largo plazo del país y sobre todo de la economía doméstica. (O)