Desde 2006, al momento de escribir esta columna, procuro dejar a un lado los afectos y desafectos en relación con los temas y actores que forman parte de mi opinión escrita.

Hecha esta aclaración, voy a comentar sobre la ruptura de la Alianza PSC-CREO, ocurrida en la Asamblea Nacional. Mi opinión se basa en las versiones oficiales publicadas.

Sin lugar a dudas, hubo una agenda para captar la mayoría de la Asamblea Nacional y ante la posición intransigente de Pachakutik y la Izquierda Democrática, la alianza avanzó hacia un acuerdo con UNES (Unión por la Esperanza), que es la mayor fuerza electoral en la Asamblea Nacional y en segunda vuelta obtuvo el 47% de votos, pero que también es el partido del expresidente Rafael Correa, quien manejó autoritariamente el país por una década, en la que captó todos los poderes del Estado, arrinconó a la prensa independiente y de cuyo gobierno existen graves denuncias de corrupción que, ya judicializadas, mantienen a muchos de sus funcionarios prófugos de la justicia en el exterior.

Por un lado, el pacto con UNES era, en votos y gobernabilidad, lo pragmáticamente correcto.

Digo esto, porque quienes en medios, redes sociales y portales dicen que son “la voz del pueblo”, “ese 53%” o “los que llevaron a Guillermo Lasso al poder”, en realidad no lo son.

Al pueblo, ese 98% del Ecuador que sale todas las mañanas de su casa a ver qué consigue para comer, le importa muy poco la política.

El pueblo quiere que el Gobierno tenga éxito para, con ello, mejorar sus condiciones de vida, ser vacunados contra el COVID-19, conseguir trabajo, poder transitar por su ciudad con seguridad y que cuando se enferme, el sistema de salud lo trate como a un ser humano.

Y por otro lado, pactar con UNES sería un INRI que Guillermo Lasso llevaría de por vida, y le costaría la crítica, desplante y decepción de medios, líderes de opinión, nacionales y extranjeros, así como un grupo selecto pero influyente del país, y sobre todo de su entorno cercano, ese que está siempre, en las buenas y en las malas.

Y todo ello, con el riesgo permanente de que, a la vuelta de la esquina, en la primera mala cara o texto que no les guste, UNES y Pachakutik se junten para incendiar el país como en el 2019.

Al enemigo hay que tenerlo cerca, pero tampoco así, dirán quienes se opusieron al pacto.

Lo cierto es que el Ecuador eligió un presidente que lidere al país, que tome decisiones duras y, gústenos o no, esta decisión que ha tomado es lo que está hecho. El tiempo dirá si fue acertada o no.

En mi opinión, por la traumática ruptura, pierde un aliado que iba a ser mucho más valioso en tiempos de crisis que ahora, y que, sin duda, le hará mucha falta cuando las papas quemen; pero así es la política.

Concluyo con estas líneas del genial Rubén Blades, apropiadas para el momento:

“… Decisiones, cada día, alguien pierde, alguien gana, Ave María; decisiones, todo cuesta, salgan y hagan sus apuestas, ciudadanía…”.

Dios bendiga al Ecuador. (O)