El filósofo Gastón Bachelard escribió: “La infancia es el suelo sobre el cual caminamos toda la vida”. Si ese suelo es fértil –hecho de afecto, educación y cuidados—, la sociedad entera florece. Pero si está marcado por la violencia, la desigualdad o el abandono, los cimientos del futuro se resquebrajan.

Hace 35 años, Ecuador se convirtió en uno de los primeros países del mundo en ratificar la Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989 y que reconoció por primera vez a los niños como personas con derechos propios. Fue un acto de visión y esperanza que marcó un compromiso histórico: garantizar que todos los niños, niñas y adolescentes sean protegidos, escuchados, se desarrollen plenamente y vivan libres de violencia.

Sin embargo, esa promesa aún no se cumple para todos. Millones de niños en el mundo siguen creciendo sobre suelos frágiles. Y Ecuador no es la excepción. Aunque el país ha dado pasos importantes –como reducir las muertes por causas prevenibles, erradicar enfermedades graves, lograr el acceso casi universal a la educación básica o priorizar la lucha contra la desnutrición crónica infantil–, la niñez aún enfrenta desafíos que exigen acciones urgentes.

Hoy en el país, uno de cada cinco niños menores de 2 años presenta desnutrición crónica, y uno de cada dos niños menores de 5 años es maltratado física o psicológicamente en su hogar. En 2024, cada día dieron a luz cinco niñas de entre 10 y 14 años y en el grupo de adolescentes de 15 a 17 años se registraron 40 nacimientos diarios. Además, el homicidio se ha convertido en la principal causa de muerte entre los adolescentes hombres, mientras que para las adolescentes mujeres es el suicidio. Detrás de cada dato hay una infancia interrumpida, un sueño truncado, una oportunidad perdida para el país entero.

Estos desafíos deben interpelarnos como sociedad. Hacer realidad los derechos de todos los niños y niñas requiere un pacto nacional que una a las autoridades, organizaciones sociales, comunidades, empresas y familias con un propósito común: poner a la infancia como máxima prioridad del país. Porque cuando un Estado protege a su niñez, invierte en su bienestar, en su capital humano y en la seguridad de su propio futuro.

En este esfuerzo, Unicef, como guardián de los derechos de la infancia, reafirma su compromiso de trabajar junto al Ecuador para que cada niño y niña crezca sano, protegido y con oportunidades. Pero ninguna organización puede hacerlo sola: cumplir la promesa de la Convención exige voluntad política sostenida, marcos legales actualizados y una ciudadanía vigilante que no mire hacia otro lado cuando se vulnera un derecho.

En este Día Mundial de la Infancia recordemos que los derechos de los niños no son un ideal: son una obligación jurídica y moral. Honrar la promesa que hicimos hace más de tres décadas significa construir un Ecuador en el que cada niño y niña tenga garantizado su derecho a vivir, aprender y desarrollarse adecuadamente. Porque no hay futuro posible en un país que no protege a su infancia. (O)