El país tiene 17 años de sometimiento a una Constitución, la vigésima, que fue aprobada irregularmente. Según León Roldós, exvicepresidente y representante en esa Constituyente, sostiene “que fue un proyecto que nunca se leyó en la Asamblea porque hubo tantos reclamos que no fue lo aprobado” y que incluso hubo una resolución muy sui géneris que decía: “se aprueba el proyecto elaborado por la Comisión, el texto final, en cuanto no discrepe de lo que se haya resuelto en la Asamblea”. Suena cantinflesco, pero así fue.
Se adulteraron los textos finales y se envió al Registro Oficial un texto acomodado, impuesto, hecho a voluntad y beneficio de quienes gobernaron el país esa década, ya que requerían de un instrumento favorable para esquilmar al país, mediante todas las arbitrariedades y latrocinios que cometieron y pretendieron garantizarse impunidad, como lo siguen exigiendo hasta el día de hoy. Roldós tuvo la valentía de denunciarlas ante la Fiscalía el mismo año de su aprobación.
Esa Constitución fue de origen espurio, su texto fue adulterado antes de nacer; lo que el pueblo aprobó no fue lo mismo que los legisladores discutieron y aprobaron. Además, su aplicación y vigencia han demostrado estar llena de vacíos, inconsistencias y mil formas de perjudicar al país entero. El famoso CPCCS, Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, solo ha servido para apoderarse de las demás funciones del Estado, evitar su buen funcionamiento y la independencia de poderes que se supone debe garantizar.
Respecto a la Vicepresidencia se debería aclarar el procedimiento para casos de ausencia temporal. En casos de ausencia definitiva, sea por muerte, renuncia o destitución, la selección debería volver a la Asamblea para su ratificación. Ahora, la gran urgencia es encontrar la forma más expedita, de aprobar y lograr las reformas urgentes y necesarias, que se requieren para recuperar el país y su buena gobernabilidad.
Resulta atractiva la original propuesta de Simón Espinosa y Mauricio Gándara, de desaprobar su vigencia en la misma forma que se la aprobó, vía un simple referéndum, poniendo en vigencia a su vez la anterior de 1998. Con una simple consulta, que el mismo pueblo sea quien decida si continúa vigente o se la reemplaza con la última de 1998, incluyendo las nuevas reformas que son indispensables hoy en día.
Hubiera preferido que se proceda con el trámite de las reformas necesarias que tener que esperar dos años para reemplazar la actual redacción. No obstante, aceptamos la decisión del Gobierno de convocar una Asamblea Constituyente y la conformidad de la Corte Constitucional para que se proceda así. Dependerá del CNE organizar la consulta y la pronta elección de los delegados constituyentes.
Finalmente, presentar a consideración del pueblo el nuevo texto constitucional para que se apruebe. Tener presente que será el vigésimo primer texto constitucional que se ponga en vigencia. Evitar todos los candados que impidan que reformas futuras sean posibles de hacer y que la pretensión que dure inmutable tres siglos, nunca se haga realidad. (O)