Las inundaciones en Europa central, en la ciudad china de Zhengzhou o en la región Amazónica ecuatoriana son muestras de cómo la arrasadora fuerza del agua causa destrucción, muertes y millonarias pérdidas. Quizás lo peor de todo sea la zozobra que experimentan quienes, sorprendidos por el fenómeno natural, se debaten entre abandonarlo todo y mudarse a otra localidad o restaurar lo destruido pensando que el desastre no será recurrente.

El diario español El País, en un reportaje titulado ‘La ciencia de las inundaciones’, destaca que “el calentamiento no aumenta el número de fenómenos extremos, pero sí su fuerza destructora”. Las temperaturas aumentan, el nivel del mar sube y los fenómenos meteorológicos son cada vez más extremos.

En Ecuador, la erosión regresiva y lateral del río Coca también tiene en vilo a quienes habitan en los alrededores, que ven cómo grandes porciones de terreno se van con el agua, modificando la geografía y sus vidas. Incluso podría perderse una central hidroeléctrica amenazada por la erosión del río y por problemas en su operación por fisuras.

En mayo, Cuenca vivió momentos de tensión por el desbordamiento de los ríos Yanuncay y Tarqui. También Ambato sufrió emergencias debido a las fuertes lluvias. Y qué decir de los habitantes de las zonas costeras, quienes debemos prestar atención al aumento de la temperatura global. Este Diario publicó hace dos semanas un informe con el título ‘Guayaquil debe prepararse para aumento de un metro del océano al 2050; serían mayores las inundaciones’. Mapas levantados con proyecciones de inundaciones costeras realizadas por la organización internacional Climate Central muestran que ciudades como esta sufrirán graves inundaciones debido al aumento del nivel del mar a causa del cambio climático. Un experto consultado considera que para proteger de una ‘gran inundación’ a la ciudad, se necesita que se empiecen a diseñar planes y estrategias para mitigar lo que se enfrentaría en 2050, tiempo en que nuestros hijos y nietos quizás hereden propiedades semisumergidas.

En Alemania, los electores jóvenes, conscientes de que “sin naturaleza no hay futuro”, se están manifestando preocupados por las inundaciones y ello influye en que los candidatos integren el tema ecológico a sus discursos y propuestas de campaña.

Las dramáticas escenas de gente atrapada con el agua hasta el pecho, en vagones de metro inundados en Zhengzhou, han dado la vuelta al mundo. Sin embargo, los negacionistas del cambio climático no cejan en su intento de descalificar el consenso científico casi unánime de que la actividad humana es la causante del ascenso de la temperatura del planeta. A pesar de ello, ya hay empresas comprometidas en actuar para contrarrestar el cambio climático, como Coca Cola, que se propone ir hacia una economía verde y descarbonizada, rebajando las emisiones en toda su cadena de valor en un 30 % para 2030 (respecto a 2019) y alcanzar la neutralidad de carbono en 2040.

No esperemos a estar con el agua al nivel del cuello para lamentarnos por lo que se pudo prever; estamos a tiempo de preocuparnos y actuar. (O)