Día a día el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, se esmera en parecerse más al fenecido dictador venezolano Hugo Chávez. Pasemos por alto los escándalos de corrupción que saltan a cada rato e incluso salpican al círculo íntimo de quien pretende constituirse en caudillo de la izquierda europea, pero en sus actitudes se ven características preocupantes. La similitud se acentúa por su permanente afán de molestar a EE. UU. con una serie de desplantes, pero no por ello menos peligrosos. Y espanta cuando demuestra que esta deriva no es apariencia, sino un apoyo efectivo al grotesco régimen de Maduro, un despotismo fraudulento y homicida, sostenido por las potencias totalitarias y el narcotráfico.

En esta línea está la bravata de Sánchez que, obligado por la obsolescencia de su aviación de combate, la remplazará con un avión de fabricación europea, el Eurofighter, descartando la posibilidad de adquirir el F-35 de diseño americano, aunque fabricado en Europa, de prestaciones superiores e inferior precio. La diferencia abrumadora no es solo de rendimientos cuantitativos, sino de una concepción cualitativa. La máquina de Lockheed Martin es de una nueva “generación”, diseñada para la guerra contemporánea, mientras que la alternativa escogida por el dirigente español es de “cuarta generación”, lo que significa un atraso de dos décadas en su concepto... menos mal que no se le ocurrió optar por el Spad-13 o alguna otra aeronave de la Primera Guerra Mundial.

Este es un momento muy delicado para Europa, Rusia arremetió contra un país que se atrevió a alinearse con Occidente y quiere adoptar instituciones republicanas y humanistas. Con este pretexto Moscú retomó las políticas expansionistas del zarismo y del comunismo e intenta conquistar Ucrania. Si le dejan la mano suelta al zar Putin, tan pronto como pueda, se tragará Europa oriental y reconstruirá el imperio soviético. Los países occidentales, nucleados en la OTAN, han forjado un frente emergente ante esta amenaza. Estados Unidos sostuvo que no era justo que se le imponga una carga excesiva en este esfuerzo y pidió que se aumente la contribución europea, en un monto que todavía no llega a ser proporcional. Todos los países implicados aceptaron con matices la propuesta, salvo España, con Sánchez protagonizando un berrinche de parvulario en la reunión en la que se aprobó este incremento.

Añadamos a esto la firma de un contrato de almacenamiento de información de seguridad con una empresa cuyo mayor accionista es el ejército de China Popular. Esto pone en riesgo información sensible, no solo para España sino para todos sus aliados. Mientras tanto, el resto de Occidente toma seguridades para limitar la adquisición de dispositivos de comunicación chinos y de servicios en línea de esa procedencia. Esto no es un resquemor trumpista, también ha alarmado a gobiernos y partidos socialistas y verdes en toda Europa. Esta reacción demuestra que el socialismo de Sánchez no tiene que ver con las socialdemocracias y ecologismos responsables con la casa común occidental, sino que intenta una vía más “revolucionaria”, más populista, más tercermundista. En síntesis, un chavismo ibérico. (O)