El deterioro de la democracia es el tema que en mayor medida preocupa a los politólogos y sociólogos que analizan el momento actual. La visión optimista que se instauró desde las décadas de los 70 y los 80, cuando se inició la que Huntington denominó tercera ola de democratización, se fue perdiendo por causa de evidentes retrocesos en diversos aspectos. La manipulación de las elecciones, la erosión de los pilares del Estado de derecho, el avance de los autoritarismos e incluso la instauración de regímenes claramente dictatoriales a pesar de su origen electoral, fueron los motivos de esa preocupación.

Justicia de puerta giratoria

La evidencia del deterioro exigía nuevos enfoques y nuevos conceptos. El estudio de la calidad de la democracia desplazó a los temas que, en el momento de auge de esa ola, constituían el centro de la atención de los académicos. Entre quienes hicieron los mayores aportes en este nuevo campo de estudio estuvo Leonardo Morlino, politólogo italiano, fallecido la semana pasada en Florencia. Por medio de un trabajo minucioso materializado en varios libros y artículos construyó una propuesta sólida e integral para la comprensión de las diversas formas y manifestaciones del desgaste de las democracias. Su vocación pedagógica y su conocimiento de América Latina lo llevaron no solamente a investigar la realidad de nuestros países, sino a participar activamente en esfuerzos como la construcción de la Red de Estudios de Calidad de la Democracia. Su partida constituye una pérdida enorme para la ciencia política. El mejor homenaje a Leonardo debe ser un denodado impulso al tema de estudio al que dedicó las últimas décadas de su vida.

Revolución legislativa

La situación en América Latina no es auspiciosa, deja muy poco espacio para el optimismo, como lo señala Manuel Alcántara cuando alude a la democracia fatigada. La consolidación de liderazgos personalistas con ambiciones dictatoriales, la utilización de las elecciones para instaurar regímenes semiautoritarios, como el de El Salvador o claramente autoritarios, como los de Venezuela y Nicaragua, ya no son solamente señales de alerta, sino evidencias de la situación en que se encuentra América Latina. Frente a esto, o como parte constitutiva de esta situación, se encuentra una población insatisfecha y asediada por la inseguridad, que está dispuesta a aceptar la instauración de regímenes de esa naturaleza con la ingenua creencia de que la solución para sus problemas es la mano dura.

La polarización como ideología

La reflexión sobre la calidad de la democracia debería dejar de restringirse a los claustros académicos y constituirse en materia obligatoria para los políticos y para quienes lideran organizaciones. La plena vigencia del Estado de derecho, la limpieza de los procesos electorales, la división y equilibrio de funciones, la autonomía judicial y la existencia y funcionamiento efectivo del control a los políticos por parte de la ciudadanía son responsabilidades de todos los habitantes de un país que no solamente quiere ser democrático, sino fortalecerse como tal. Como sostenía Leonardo Morlino, la construcción de democracias de calidad no se restringe a la letra de las constituciones y las leyes o a la existencia de unas instituciones por rimbombantes que sean sus nombres, es la esencia de la política y la política es una responsabilidad colectiva. (O)