Mi especialidad profesional en la responsabilidad del Estado me lleva siempre a analizar las situaciones teniendo presente la potencial responsabilidad estatal por sus acciones y omisiones. En estos días se vive la polémica sobre quién es competente por controlar las aves que pueden causar accidentes aéreos.

‘La sobrepoblación de aves pone en riesgo la vida de pasajeros y existe el peligro que el aeropuerto de Guayaquil deje de operar’

Veamos: el vuelo de las aves en los alrededores de los aeropuertos es un fenómeno común y peligroso que todo el mundo alrededor de la aeronavegación conoce. Por ello, no es caso fortuito su periódico aparecimiento y crecimiento. Las aves no vuelan en el piso sino en el aire.

El artículo 3 del Código Aeronáutico dice que el Estado “tiene y ejerce soberanía plena y exclusiva sobre el espacio aéreo”. El artículo 6 numeral 1 letra d) de la Ley de Aviación Civil define que es atribución y obligación del director general de Aviación Civil presidir el Comité Nacional de Seguridad de la Aviación Civil. La letra o) dice que elabora el Programa Nacional de Seguridad de la Aviación Civil. El numeral 5 letra c), subnumeral V establece que por la seguridad de la aviación puede regular el tránsito aéreo y prevenir colisiones “entre aeronaves y objetos que vuelan”. Es tanta la importancia de la Dirección de Aviación Civil que el Código Aeronáutico dice en el artículo 36 que “Por seguridad de la navegación aérea la Dirección General de Aviación Civil podrá disponer la destrucción de las plantaciones, obras y construcciones que constituyan peligro para las operaciones aéreas, previa indemnización justipreciada”. De remate hay por ahí una tasa que se paga por la seguridad aérea.

Técnicos canadienses arribarán al país para realizar un diagnóstico del peligro aviario en aeropuerto de Guayaquil

Lo relatado jurídicamente hace imposible el escape de la responsabilidad estatal por la omisión en el control de las aves que ponen en peligro la seguridad de los vuelos, y por ende de los pasajeros. Más aún cuando esos “objetos que vuelan” (lo cual comprende a las aves) siempre vuelan, y todo el mundo en el ámbito de la aeronavegación conoce que pueden causar accidentes aéreos.De su lado el Ministerio del Ambiente debe actuar con cabeza fría, sin apasionamientos y con la Constitución en la mano.

Ayer salió en la televisión un alto funcionario aeronáutico contento porque al parecer han hecho las paces con otras instituciones y ya no se pasarán publicando comunicados echándose la culpa. Lo cierto es que si un avión se cae porque las aves causaron el accidente (de los múltiples que han producido en el mundo) los responsables por las omisiones tendrán que “alzar el vuelo” para salvarse. Nadie saldrá bien librado porque este problema en Guayaquil tiene años de años, no se trata de un caso fortuito, el peligro está previsto, las competencias legales están claras, las prevenciones no se han dado. El operador del aeropuerto, que no tiene autoridad sobre nadie, y no puede ir espantando aves fuera del aeropuerto pues los dueños de los predios, casas, edificios, etc. no lo dejarán pasar, tampoco se salvaría civilmente pues por simpático o diplomático al parecer no ha alertado con agudeza de la situación.

No merecemos vivir lo que estamos viviendo. Echarse la culpa no es la fórmula. Decidir, sí. (O)