Todos los ejecutivos y empresarios nos hemos preguntado alguna vez si estamos haciendo lo moralmente correcto, si nuestra vida tiene sentido y si contribuimos al desarrollo del Ecuador mediante nuestra actividad laboral y empresarial.

En mi último viaje a Nueva York (Estados Unidos), para conocer a mi primer nieto, visité una librería donde encontré el libro Moral ambition (Ambición moral), de Rutger Bregman. Desde sus primeros capítulos, el autor nos invita a reflexionar sobre si vivir en familia, trabajar, pagar la educación de los hijos, ahorrar y jubilarse nos hará realmente felices y orgullosos de nuestros logros al llegar a los 60 años.

Podemos ejercer como banqueros, abogados, ingenieros, médicos; emprender en industrias como la del tabaco, armas, camarón, banano, cacao, café, comercio, hoteles, salas de juego, papel, petróleo o incluso trabajar en el sector público. Sin embargo, siempre nos preguntaremos si nuestra actividad ha cumplido nuestras expectativas y si actuamos con integridad. Esta reflexión se vuelve más compleja si hemos trabajado en industrias cuestionables, como la fabricación de armas.

El libro de Bregman propone caminos diferentes, determinados por nuestra ambición moral para ser agentes de cambio. Narra, por ejemplo, la historia de Thomas Clarkson, un joven inglés del siglo XVIII que dedicó su vida a luchar contra el comercio de esclavos.

Más recientemente, figuras como Helen Keller, quien a pesar de sus limitaciones físicas fue una incansable defensora de las personas con discapacidad, y Ralph Nader, abogado graduado en Harvard, quien denunció la inseguridad del Chevrolet Corvair, lograron avances significativos. Nader impulsó la Ley de Tráfico Seguro en EE. UU., que obligó a incluir cinturones de seguridad en los vehículos.

En la actualidad, David Vélez, un joven colombiano, fundó en Brasil el banco digital Nubank. Visualizó una oportunidad para desafiar al sistema financiero tradicional y otorgar créditos a personas no bancarizadas. Hoy cuenta con más de 118 millones de clientes en Brasil, México y Colombia. ¿Podemos considerarlo un emprendedor social? ¿Les dio acceso financiero a quienes antes estaban excluidos?

Al final, la gran pregunta es si deseamos una vida meramente materialista, sin ambición moral, o si optamos por cambiar al Ecuador –o al menos nuestra comunidad– tomando acción directa, en lugar de ser solo espectadores.

En mi familia tenemos el ejemplo de mi suegro, el Dr. Ricardo Ortiz San Martín, quien trabajó más de 40 años atendiendo a miles de pacientes con enfermedad renal, con la única ambición moral de mejorar su calidad de vida. Un verdadero emprendedor social, se retiró cuando el Estado demoró demasiado en reembolsar el costo de las diálisis.

Viktor Frankl escribió El hombre en busca de sentido luego de perder a su familia en campos de concentración. Él nos hace reflexionar sobre la importancia de encontrar un propósito vital para sobrevivir. La ambición moral es una enseñanza que transmitiré a mi nieto cuando le hable de su bisabuelo. (O)