En artículos anteriores he intentando narrar la hoja de ruta de la revolución ciudadana para asfixiar económicamente a la prensa independiente; primero, con una reforma constitucional violatoria de derechos humanos; y luego, con la Ley de Comunicación y su brazo ejecutor, la Secom. Lo cierto es que cerca de 14 años más tarde y 8 desde que el correísmo dejó Carondelet, la daga sigue atravesada en el pecho de la institucionalidad democrática del Estado ecuatoriano. La pistola sigue cargada, en espera de que llegue, Dios no permita, otro gobierno totalitario que vuelva a jalar el gatillo.

Lo cierto es que hoy los medios de alcance nacional no pueden recibir inversión de otros sectores de la economía, ni tampoco pueden invertir en otros sectores de la economía. Y la banca tampoco. Esta banca, tan injustamente estigmatizada en este país (por voces que se tatúan al Che Guevara, cantan a Milanés, pero disfrutan un Blue Label y flipan por vacacionar en el “imperio”), junto con la prensa, forman parte de esa categoría de ciudadanos de segunda, con menos derechos, como si fuesen actividades criminales o deshonrosas.

Un camaronero puede emprender en energía; un industrial puede invertir en el sector turístico; pero la prensa y la banca son una suerte de mano leprosa de la sociedad que nadie quiere estrechar. Nadie los recibe, nadie puede invertir en ellos. Y nadie dice nada. Pareciera que a nadie más le importa. Pero cuando hace falta plata, allí sí, corren al banquero; y cuando quieren ayuda por algún atropello oficial, allí sí corren a la prensa.

Y en el caso de la banca, ¿cuándo vamos a cambiar la visión del socialismo del siglo XXI con la que se regula? El actual superintendente de Bancos es un profesional experimentado, capaz y serio. No podría estar en mejores manos la institución. Pero, lamentablemente, tiene que regirse por una normativa caduca, que mira al banquero como una suerte de delincuente potencial, al que hay que respirarle muy cerca y prohibirle todo lo que sea difícil de entender.

¿Cómo podemos tener un mejor país, una mejor economía, sin una banca moderna, innovadora, abierta a capitales extranjeros, integrada plenamente al mundo?

¿Cómo atraer capitales, si cada dólar invertido en Ecuador vale automáticamente 5 % menos gracias al retrógrado impuesto a la salida de divisas, otro lastre creado por el gobierno correísta en 2007?

¿Cuánto tiempo más debe pasar para entender que el Ecuador es como un globo, con toneladas de lastres dejados por el correísmo, que siguen amarrados y no le impiden elevarse?

Eliminar las restricciones para inversiones en y hacia banca y prensa; eliminar el ISD; modernizar la legislación financiera; eliminar la cuenta única del tesoro; eliminar el Consejo de Participación Ciudadana; eliminar el Consejo Nacional de la Judicatura; y eliminar las caducas restricciones para la inversión extranjera en sectores estratégicos, en los que el Estado debe quedar con regulador, porque nos ha demostrado hasta el cansancio que es un pésimo administrador y ejecutor. Es lo mínimo para poder avanzar.

Ahora que tenemos una nueva Asamblea Nacional... ¿qué van a hacer al respecto? (O)