La próxima semana se cumplirán 50 años del golpe militar del 15 de febrero de 1972 denominado ‘Carnavalazo’ y protagonizado por Guillermo Rodríguez Lara (Bombita), quien asumió el poder en nombre de las Fuerzas Armadas. Esta no fue la más dura de las dictaduras, pero sí fue la más larga de la historia del Ecuador.

El contexto histórico de este suceso es interesante, porque 50 años más tarde aquello que fue el motivo del golpe sigue siendo de interés, continúa teniendo vigencia y, sobre todo, se mantiene con relevancia económica: el petróleo. Sin embargo, eran dos los motivos que llevaron a los militares ecuatorianos a hacerse cargo del poder en aquellos momentos: la bonanza petrolera que se avecinaba y el deseo de no permitir un proceso electoral que probablemente habría dado el triunfo al candidato Assad Bucaram, líder del partido Concentración de Fuerzas Populares. Los militares no querían que la riqueza petrolera fuera manejada por un candidato populista o por la tradicional ‘oligarquía nacional’. Me voy a enfocar únicamente en el primer motivo. Un año más tarde, el general Bombita estrenaba al Ecuador como flamante miembro de la OPEP con una producción de petróleo de 250.000 barriles diarios a través de su otra reciente joya: CEPE (Corporación Estatal Petrolera Ecuatoriana), hoy Petroecuador. Ese mismo año, la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo, con miembros del golfo Pérsico de la OPEP, decidió no exportar más petróleo a los países que habían apoyado a Israel durante la guerra de Yom Kipur (Israel contra Siria y Egipto). Entonces se estableció un embargo para los envíos petrolíferos hacia Estados Unidos y ciertos países de Europa. Así nació nuestro primer boom petrolero: baja oferta, alto precio internacional, misma demanda. En la CEPE abundaba petróleo y en las arcas estatales, dinero.

El populismo de la dictadura no tardó en llegar. En 1974 Bombita implementó el subsidio a los combustibles, aprovechando el excedente provocado por la venta del crudo, para reducir los costos del transporte.

Luego de 50 años podemos confirmar que el petróleo, unido al consabido populismo, nos ha hecho más mal que bien. En manos populistas hemos hecho toda suerte de barbaridades, como empeñar nuestro petróleo al Asia y subsidiar el combustible, generando un costo altísimo para el Estado. Hoy, junto a Venezuela somos los únicos países que subsidiamos combustible, lo que nos hace vivir en una burbuja de costos, mientras beneficiamos a pocos privilegiados y a muchos contrabandistas.

Sin petróleo quizá nuestros esfuerzos hubieran ido a dar a otros productos, a hacer crecer nuevos mercados, o sin la CEPE (petróleo estatizado) tal vez ciertas administraciones no nos hubieran ocasionado el daño en las finanzas públicas que décadas después seguimos soportando.

El ‘Carnavalazo’ fue el punto de partida de la verdadera era petrolera en el Ecuador. Y aquí estamos medio siglo después intentando extraer todo lo que podemos para sacarle el mayor provecho posible antes de que las energías renovables ganen más terreno. Estimado lector, le dejo aquí la siguiente reflexión. El petróleo en el Ecuador: ¿bendición o maldición? (O)