La remoción del alcalde de Quito nos invita a realizar profundas reflexiones sobre las realidades que estamos viviendo en nuestro país.

Autoridad electa con legalidad, pero sin legitimidad, poco preparada para las funciones, incapaz de sopesar la responsabilidad que asumió, utilizar argumentos que por lo infantiles resultaban ridículos...; el típico producto de un Código de la Democracia concebido por gente mediocre sin visión de patria.

Igualmente desnuda la naturaleza de ciertos movimientos políticos, recurrir a gente conocida, pero sin preparación. También evidencia intereses que mueven a ciertos funcionarios de elección popular, intereses personales o de grupo, pero no de la sociedad que los eligió. Esta última reflexión nos lleva a analizar lo que significan los grupos políticos con los que nacieron, los pusieron... Pero también los concejales, que no alcanzaron a entender que el interés de fondo es favorecer a la sociedad que los eligió, la cual estaba siendo perjudicada de manera evidente por un accionar de una autoridad..., ciega frente al conglomerado que la eligió y con quemeimportismo proverbial frente a las verdaderas necesidades de su ciudad. Pero vamos a la causa: ¿quién lo introdujo en la función pública, posicionó?: el mismo grupo que auspició a un exfutbolista que ni sabía leer y fue electo para hacer leyes. Como dije, esto es claro ejemplo de los efectos de un desacierto: un Código de la Democracia que no exige requisitos indispensables para garantizar una actividad racional en las funciones para las cuales se postulan, que no ve más allá de papeles y no profundiza en lo necesario para beneficiar al elector.

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Las experiencias deberían servir a quienes legislan para hacer correctivos, lastimosamente están los mismos que con desidia y desconocimiento empujaron el disparate que hoy se llama Código de la Democracia. (O)

José Manuel Jalil Haas, ingeniero químico, Quito