Si se busca reactivar la economía reduciendo los impuestos sin disminuir los ingresos fiscales si no antes bien incrementándolos, la mejor forma de hacerlo sería eliminar los impuestos sombra.

Impuestos sombra son los que pagamos, sin darnos cuenta, que gravan hasta más del doble el impuesto a la renta, haciendo más pesada para los contribuyentes la carga impositiva (conocí un caso en que la carga impositiva ascendió al 72%), sin que en muchos casos dichos ingresos entren al fisco; pudiendo ser causa de corrupción.

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Uno de los impuestos sombra es el que las empresas pagan sobre los gastos total o parcialmente no reconocidos por la ley, pese a que se acepta que se produjeron, convirtiéndolos en ingresos gravables no declarados, a pesar de que el fisco los ha aceptado y reconocido como gastos legalmente producidos y no como ingresos rentísticos.

En definitiva, las empresas terminan pagando impuesto a la renta también sobre los gastos y no solo sobre la renta o utilidad, volviendo la carga impositiva que es un concepto más genérico que el de impuesto a la renta, en doblemente pesada. Es mucho más gravoso pagar impuesto a la renta sobre un gasto que sobre un ingreso, obligando a los contribuyentes a falsear, e inflar legalmente sus costos; lo que incide en precios al consumidor más altos en merma de la capacidad económica adquisitiva de los consumidores, en pérdida de competitividad productiva y en incremento inflacionario; y lo que es peor, en causa de corrupción. Los ejemplos son numerosos. Es verdad que el fisco no está obligado a reconocer todos los gastos que contabilizan las empresas, pero resulta incongruente que reconozca determinados gastos como reales y solo permita deducirlos parcialmente, convirtiendo el gasto no reconocido en ingresos no declarados sobre los que los contribuyentes deben pagar impuesto a la renta. (O)

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Vicente Enrique Maldonado Zevallos, doctor en Jurisprudencia, Guayaquil