Fernanda no pudo celebrar el Día del Niño. Fernanda solo iba transitando con un familiar. A sus 12 años, ¿qué mal pudo hacer? Su única culpa: nacer en Ecuador, vivir en Guayaquil (una de las ciudades más peligrosas del mundo) y transitar por sus calles.
Fue otra víctima colateral inocente en un tiroteo entre bandas, que a la ciudadanía no la va a sorprender porque ya está ‘acostumbrada’. Acostumbrada a la podredumbre que menos le interesa a las autoridades. Acostumbrada a la guerra que desde hace años se daba en ciertos rincones del país y se propagó rápidamente por todo el Ecuador. No le queda más a la ciudadanía que resguardarse en la casa, pero no es una opción cuando debemos trabajar para comer y vestirnos...
Fernanda fue hija. Posiblemente la niña de los ojos de su familia. A las funciones Ejecutiva, Legislativa y Judicial y otras que no deberían existir, les dará lo mismo. ¿Cuándo pensaremos que la próxima balacera puede ser cerca nuestro?, ¿que la siguiente víctima puede ser uno de nosotros o, peor aún, nuestra madre, nuestra esposa, nuestros hijos, nuestros nietos? Un balazo en una guerra que vivimos. Nunca estuvimos preparados para este horrible derramamiento de sangre, para ver imágenes de horror de hombres, niños y mujeres acribillados simplemente por estar allí. Imágenes, videos, de monstruos disparos a mansalva, retirándose los criminales tranquilamente tras matar sin piedad. Para evitar el destino que tuvo Fernanda y otros niños y familias, muchos prefieren perderse por trechos inaccesibles para alcanzar el ‘sueño americano’ de trabajo extenuante, pero dentro de una sociedad más segura y menos propensa a la pesadilla perpetua. Esperamos que los candidatos que ganen las elecciones piensen arreglar un país tan hostil para los niños, y que en memoria de Fernanda no haya más casos horribles como el acontecido. (O)
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Roberto Francisco Castro Vizueta, abogado, Guayaquil