El 8 de marzo por la tormenta en Guayaquil cayeron 150 milímetros de agua, dijo el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), lo que equivalió al 50 % de lo que debería llover en todo el mes. La lluvia no fue dificultad para los ladrones. Las redes sociales y los medios de comunicación dieron a conocer asaltos a la gente que quedó en la calle con los carros mojados y apagados, que viajaba en colectivos, que esperaba transporte que la llevara a sus barrios. Los delincuentes robaron espejos, plumas de vehículos, celulares...

En lluvia no hay policías que puedan patrullar las calles llenas de agua y de delincuentes. Llueva o no llueva, no existe seguridad ciudadana. Todos los días los rateros criminales asaltan, roban, secuestran, asesinan, extorsionan, trafican...; cuando el pueblo los captura y los entrega a la Policía, quedan libres; los jueces les dan medidas cautelares y regresan a seguir en los delitos. Dichos delincuentes de ambos sexos y varias edades (niños, adolescentes, jóvenes adultos, viejos) tienen, la mayoría, historias delictivas. La esperanza del pueblo, de la cirugía para cortar de raíz la delincuencia, terminó. Las autoridades no quieren combatir la delincuencia; ellos tienen guardaespaldas. (O)

Wenceslao Orly Palomeque, Guayaquil