De fechorías estamos siendo víctimas los ecuatorianos sin ninguna protección. El 29 de junio de 2022 fui una víctima más de la delincuencia cuando me robaron mi teléfono celular en Guayaquil y los delincuentes accedieron a mis correos electrónicos y transfirieron fondos de mi cuenta de ahorros del banco. Hasta la presente fecha desconozco cómo hicieron eso, si utilizaron algún programa, si tienen personal infiltrado o si fue por la carencia de seguridad de esa institución.

He vivido un vía crucis desde entonces y contacté al personal del call center, agencia en donde lo único que me dicen es que lamentablemente me han robado y que harán investigaciones, las cuales indican datos de quién recibió el dinero, ¿pero yo qué hago con ese dato?, ¿pensarán que debo denunciar o ir a tocar su puerta?, ¿es lo correcto o lo apropiado? ¿Y qué pasaría si doy con el delincuente y quiere cobrar venganza por haberlo descubierto?, ¿dónde quedó el sigilo bancario? Al tener un banco una alerta de un cliente, sobre un robo, ¿no está en la potestad de anular o bloquear una transferencia y realizar las averiguaciones respectivas?, pero en su defecto deja que todo fluya para responder que no puede hacer nada.

Estamos en un país donde los usuarios víctimas somos ofendidos por la ‘atención al cliente’ y personal bancario, y los agresores delincuentes se quedan victoriosos. ¡Hasta cuándo en el Ecuador viviremos de esta forma! No existe seguridad, no existe justicia. Los medios de comunicación pueden investigar dicha inseguridad, sacar a la luz el dolor de muchos ciudadanos que trabajamos honradamente, ganamos un sueldo con esfuerzo, ahorramos, y en un santiamén se ve nuestro dinero esfumado, sin la mínima colaboración, acción, de entidades financieras para combatir la delincuencia con ayuda de todos. (O)

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Carmen Carriel Álvarez, Guayaquil