La noble Policía Nacional del Ecuador está atravesando ciertas tormentas humanas que han sido creadas por malos elementos que no han sabido cumplir con su juramento de defender la seguridad y protección ciudadana.

No podemos confundir la acción inmoral y pecaminosa de un elemento con el prestigio de una institución que labora los 365 días del año y lucha contra la delincuencia y el crimen organizado. Los policías somos empleados públicos, al igual que empleados y funcionarios de los diferentes ministerios; somos producto de una sociedad y de la Constitución de la República, cobijados bajo el imperio de la ley y sus sanciones. Con toda seguridad este es un gran desafío para el Comando Policial que tiene la obligación de localizar, detener e investigar a dicho mal elemento y saber a ciencia cierta móviles de acción criminal y delictiva.

En nuestra escuela de policía se han graduado ecuatorianos, colombianos, chilenos, peruanos, dejando a través de los años excelentes profesionales. Prueba de ello es que en las últimas manifestaciones ocasionadas por la vorágine de nuestros hermanos indígenas, se volcaron miles de ciudadanos a solidarizarse con los combatientes policías, entregándoles raciones alimenticias y sumándose a su dolor. Insisto, esta negra historia que atraviesa la Policía es un gran desafío para el Gobierno, el Comando y las leyes, para seleccionar exhaustivamente a su nuevo personal de cadetes, de tropa, y corregir. No se puede permitir que se repita otra acción de esta naturaleza. La palabra policía quiere decir pueblo, organización, lealtad, inteligencia, coraje, instrucción, amistad. Señores policías, caminemos con firmeza, trabajemos con guantes blancos para no manchar nuestra dignidad ni el prestigio de una institución que tiene la obligación de formarnos como gente de honor y de grandes valores humanos. (O)

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Franklin Gallegos Avilés, Tnte. (s. p.), Quito