Haciendo los trámites para obtener un carné de discapacidad, hemos vivido, en carne propia, la incapacidad, inhumanidad y la lentitud burocrática del sistema sanitario en Ecuador. Los pongo en contexto.

Mi madre, una anciana de 95 años de edad, hace aproximadamente unos nueve años se cayó y se fracturó la cadera. Se sometió a una operación y pudo recuperarse bastante bien. Pero, por la edad avanzada, quedó con cierta discapacidad en su movilidad al caminar. Hace unos cuatro años se volvió a caer y ya no se pudo someterla a otra operación porque podría significar su muerte. Como resultado de esta caída ella ya no pudo caminar, por lo tanto, debe usar una silla de ruedas para poder moverse.

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Empezamos los trámites para obtener el carné de discapacidad que le corresponde por ley y por todo. El trámite empezó en Balzar, que es donde ella vive, allí no sabían exactamente cuál es el protocolo a seguir, por lo que se perdió algo más de dos años en trámites inútiles. Una vez aclarado el camino a seguir para obtener el carné, una de sus hijas (mi hermana) fue al Hospital Guayaquil y le dieron cita para que un “experto” la atienda y certifique si es una persona discapacitada y qué grado le corresponde. Pero lo más grave de todo esto es que a mi madre hace unos meses le dio un ictus leve, por lo que ella no puede ni siquiera sentarse sin la ayuda de alguien. Mi hermana les comentó esta situación en el Hospital Guayaquil, para hacerles saber que un viaje de más de 100 kilómetros para una anciana, además de ser muy pesado por su edad, es peligroso para su vida, ya que moverla es un riesgo por el trombo que le causó el ictus, pero ellos dijeron que había que llevarla igualmente.

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Vamos a ver, una ciudadana de 95 años, que no puede mantenerse sentada por sí sola, que está a más de 100 kilómetros de distancia del hospital y que el movimiento de un viaje podría significar su muerte, sabiendo todo esto ¿les da igual que haga un viaje con tantos riesgos porque un burócrata no puede moverse de su asiento para cumplir con su trabajo? Esto es inconcebible en cualquier país con un sistema sanitario medianamente coherente.

¿Tiene el sistema sanitario un protocolo claro a seguir y que contemple a las personas más frágiles, como es en este caso?, ¿cuál es la ayuda al discapacitado?, ¿cuál es la ayuda por parte del sistema sanitario? Realmente esto es indigno e inhumano.

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Como consecuencia de toda esta burocracia inhumana, será imposible, en este caso, que esta ciudadana de 95 años pueda conseguir su carné de discapacidad, aunque la ley le da el derecho a tenerlo. Sin embargo, se descubrió, en época de pandemia, a muchos políticos, autoridades y familiares de estos, con carnés de discapacidad conseguidos con solo una llamada. Es una vergüenza absoluta.

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Señor presidente electo, Daniel Noboa, tome nota de estas aberraciones del sistema sanitario, un sistema que realmente no ayuda a los más frágiles de la sociedad, lo cual debería ser una de sus funciones principales, más bien se ha convertido en un nido de burócratas indolentes, incapaces e inhumanos. Esto pasa porque quienes han mandado desde siempre y los que han podido cambiar este sistema inepto solo se han mirado el ombligo. A estos, la etimología de la palabra los define como “idiotas”.

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Obedeciendo a la etimología griega, voy a utilizar la palabra idiota para hablar del individualismo. Es absolutamente filosófico, de hecho, viene del griego idiotes, que significa todo aquel ciudadano que no preocupándose de los problemas comunes se preocupa solo de sus asuntos. Dicho esto, uno puede decir ¿y qué tiene de malo?, ¿por qué alguien se tiene que preocupar de los problemas comunes?, pues por una cosa preciosa, que hasta los de Harvard se han dado cuenta. Resulta que si nos preocupamos de lo público, no solo ayudamos a los demás, sino que, principalmente, nos ayudamos a nosotros mismos, porque hacemos que lo público, que es el sitio donde nos relacionamos, sea un mejor sitio para vivir y, en definitiva, nos brinda las posibilidades de ser más felices y de vivir con dignidad.

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Y el idiota, que solo se preocupa de sí mismo, está dinamitando la posibilidad de que entre todos hagamos un mundo mejor. (O)

Pedro Triviño Rodríguez, migrante, Barcelona, España