Nuestra historia está plagada de legislativos desleales con sus representados (guardan sumisión a las cabezas de los partidos) y pobre formación académica. La mayoría de ejecutivos han sido ciudadanos con severas limitaciones para esa magnitud de responsabilidad y han llegado rodeados mayormente de oportunistas y advenedizos descalificados que persiguen actividades en las que puedan acceder a los fondos públicos. Y nuestra justicia se encuentra permanentemente a la búsqueda de a quién servir. Las causas de este desorden radican en el régimen de partidos políticos que son promotores de este modelo. El pueblo es necesario únicamente el día de la votación.

El presidente Guillermo Lasso tiene la oportunidad de cambiar el modelo vigente, modificando el origen del actual sistema representativo. La democracia con todos sus defectos es el mejor sistema de gobierno, pero el cáncer está en la representatividad. Los asambleístas deben guardar lealtad para con sus distritos. Los candidatos a presidente requieren acreditar méritos mínimos para ser considerados. Queda en suspenso la justicia, de esta depende si nuestro futuro es opaco o diáfano. Debemos abandonar el campo de la casi-democracia. (O)

Oswaldo Ramón Rosero Quiros, Guayaquil