El 1 de mayo se cumplen 30 años del violento desagüe del embalse natural que se formó, luego del deslizamiento de alrededor de 30 millones de metros cúbicos y 400 metros de altura, del talud izquierdo que cubrió la unión de los ríos Paute y Jadán en el sitio La Josefina, provincia de Azuay, el 29 de marzo de 1993 a las 21:00.

La presa natural fue de alrededor de 1 kilómetro de longitud, 600 metros de ancho y altura mínima de 95 metros; logró almacenar cerca de 200 millones de metros cúbicos, poniendo en riesgo a la Central Hidroeléctrica Paute, ubicada aproximadamente a 50 kilómetros aguas abajo del deslizamiento y que, a esa fecha, proporcionaba el 75 % de la energía que Ecuador demandaba, y a grandes sectores poblados de los cantones Cuenca y Azogues. Luego del deslizamiento, catalogado como el mayor desastre natural en nuestro país durante la era republicana, el presidente del Ecuador ordenó el inmediato traslado de técnicos nacionales e internacionales para establecer acciones y minimizar los efectos del inminente desagüe que debía ocurrir en los días subsiguientes al deslizamiento. Técnicos de la ex-Cedege planteamos realizar un modelo físico que represente fielmente las características topográficas, hidrológicas, hidráulicas y geotécnicas de la presa natural y del embalse de los ríos Paute y Jadán, para conocer con certidumbre el proceso de erosión cuando el agua alcance la solera del canal excavado en el tope de la presa natural; y así evaluar las descargas que se producirían a consecuencia del fenómeno descrito. Los efectos conocidos con anticipación permitieron tomar precauciones para salvaguardar vidas humanas más allá de aquellas que se perdieron durante el deslizamiento, y a la central hidroeléctrica. El estudio se registró en el Centro Mundial de Desastres en Denver (Colorado Estados Unidos). El desastre de La Josefina, al igual que todos los desastres, tiene un antes donde en general no existe prevención de sus manifestaciones; un durante, donde prevalecen las acciones propias de la emergencia, resalta la falta de medios para actuar de manera adecuada y rápida; y un después, donde fácilmente olvidamos el desastre y, lo que es más grave aún, las causas que lo ocasionaron. Es necesario rescatar la necesidad de priorizar las actividades técnicas, cualquiera sea la especialidad, cuyo recurso humano en el país basta y sobra. Se espera que los desastres naturales, más allá de los problemas que ocasionan, nos sirvan de ejemplo para reorientar nuestro desarrollo sustentable. (O)

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Jacinto Rivero Solórzano, ingeniero civil especializado en hidráulica, Guayaquil