Seguramente, muchos de mis compañeros de página están tratando el problema que enfrentamos como país en las elecciones que se nos vienen encima. Es un tema apremiante: debemos escoger al menos malo y nombrarlo presidente. Dicha situación es producto del abandono en el que nosotros hemos dejado a nuestro país como legado. Si el Ecuador fuera una casa que hemos heredado de nuestros mayores, nosotros los votantes la hemos dejado abandonada y ha sido ocupada por oportunistas que se aprovechan de dicha usurpación.

Tenemos un problema con la administración de lo que recibimos de las generaciones anteriores. Manejamos lo que tenemos como si siempre estuviera ahí, inmaculado e impecable. Pero no, nuestro país, como todo lo que no es bien administrado, se deteriora y descompone.

Usemos la metáfora de nuestro Ecuador como edificio para ver las consecuencias de semejante maltrato.

En Quito hay una discusión tajante sobre su principal patrimonio de la arquitectura moderna: el Hotel Quito. Algunos años atrás, dicho inmueble fue vendido a una organización internacional. Se han filtrado dentro de la comunidad arquitectónica planos y volumetrías que demuestran cómo los actuales propietarios quieren insertar torres residenciales de entre 20 o 30 pisos de altura, perjudicando principalmente la zona sur del hotel, donde se encuentran sus áreas verdes y sus habitaciones tipo cabaña. Lo mismo pretende hacerse en la zona norte, en el área contigua a la piscina.

Según me informan, si uno busca la ficha patrimonial del Hotel Quito en el INPC, esas zonas aparecen como no patrimoniales. Sería interesante revisar dicha documentación y cotejarla con los varios documentos académicos que seguramente existen en las universidades de la ciudad. Seguramente más de un trabajo de tesis debe haber tomado como tema al hotel en cuestión, y debe tener una copia de dicha ficha patrimonial, de años atrás.

Dejo la semilla de la duda, para que las conciencias limpias que no tengan nada que temer se pronuncien al respecto. En caso contrario, si reinara el silencio, que esta semilla de la duda sirva para que se investigue y se encuentre la verdad.

Guayaquil ya vivió la triste pérdida de una pieza arquitectónica de semejante valor. Me refiero al hotel Humboldt, ubicado en el cruce de las calles Malecón, Villamil y Olmedo. Un proyecto que fue diseñado por un equipo de arquitectos dirigidos por Alamiro González. En el caso del Humboldt, el inmueble se pierde a causa del crecimiento del comercio informal de La Bahía, que se apoderó de los sectores colindantes. El municipio de esa época no intervino para al menos tratar de regular la situación, y el inmueble perdió plusvalía y clientes. Finalmente, ocurrió lo inevitable: el hotel fue vendido y luego parcelado. Ahora es un conventillo de comerciantes informales y bodegas.

Si no sabemos cuidar o proteger nuestro patrimonio construido, sin importar su época de origen y su ubicación, ¿cómo pretendemos cuidar y proteger nuestro país? ¿Se lo daremos a quienes ya lo han destruido parcialmente? ¿O a quienes ya usufructuaron de él y no quieren dar la cara al respecto? (O)