Al momento de escribir esta columna, el Ecuador se encuentra a menos de tres semanas de la elección de primera vuelta.
Elección que será fundamental para el destino de la nación por varios motivos:
En primer lugar, porque la situación económica del Estado se encuentra en terapia intensiva, producto de muchos factores. El estado de liquidez de la caja fiscal es angustiante y con la pandemia, el sector privado ya no es vaca de ordeño, a través de los impuestos.
En segundo lugar, porque las múltiples soluciones a dicha emergencia económica requieren de la actuación decidida de un gobierno democrático pero fuerte, con respaldo popular, y de una Asamblea Nacional con legitimidad no solo en su elección, sino en la valoración que la ciudadanía tiene de ella.
Y en tercer lugar, porque el país requiere de autoridades capaces y eficientes al frente del manejo de la pandemia, y sobre todo, con respaldo y credibilidad ciudadana, que es lo que menos tiene el actual ministro de Salud, que se debate entre ataques regionalistas, señalamientos a la prensa, contradicciones permanentes, y que dista mucho de lo que necesitamos los ecuatorianos en estos dramáticos momentos, y ya está visto que no hay el menor interés en removerlo, sea porque el presidente no se entera de sus ejecutorias, porque ya está mirando el reloj para irse o porque, a lo mejor, no hay nadie más que quiera asumir tamaña responsabilidad a estas alturas.
El correato dejó al Ecuador bajo una estructura hiperpresidencialista, en la que el Ejecutivo mete sus narices en casi todos los espacios de actuación del Estado, y por mandato legal o costumbre, todas las autoridades de control miran a Carondelet antes de tomar una decisión importante, como pidiendo aprobación o respaldo, y este gobierno está tan debilitado que no tiene capacidad de respaldar ni de inspirar confianza a ninguna autoridad. Ello quedó evidenciado en el juicio político a María Paula Romo, quien fue censurada, más que por razones de fondo, como una demostración de poder de las principales fuerzas políticas que gobiernan el Legislativo.
De modo que el Gobierno central se encuentra prácticamente paralizado, a la espera del próximo presidente de la República, de la próxima Asamblea Nacional, precisamente en momentos en lo que más se necesita su funcionamiento para resolver tan apremiantes y vitales problemas, como el económico y de salud, que hemos mencionado, así como otros no menos importantes, como la seguridad ciudadana.
En este entorno, le pregunto a usted, amigo lector, ¿ya decidió su voto?
No me corresponde decirle por quién votar; lo que sí le puedo decir es que no podemos permitir que vuelvan quienes nos hicieron tanto daño, que se feriaron la mayor bonanza económica de la historia y que estuvieron a punto de llevarnos al doloroso camino que hoy transita Venezuela.
En mi opinión, hay un solo camino hacia la prosperidad; un solo hombre, con la capacidad, experiencia y prestigio para enrumbar este barco a la deriva, llamado Ecuador, quien en esta ocasión está acompañado del político y administrador público más exitoso que tiene el país. (O)