El cierre de las cuentas del afrentoso presidente estadounidense en las redes sociales ha suscitado un debate fundamental a nivel global respecto de los límites de la libertad de expresión en los casos de discurso de odio e incitación a la violencia en las redes sociales, pues si bien para unos el cierre de dichas cuentas es un rutilante precedente para el poder político, para otros termina siendo un acto inaceptable de censura, con mayor razón cuando se advierte que una empresa privada (en el caso de Twitter) fue la que pudo silenciar a quien se supone es el gobernante más poderoso del mundo.
Angela Merkel, canciller alemana y ejemplo de moderación, ante los excesos de Donald Trump señaló en días pasados que veía como problemático el cierre permanente de las cuentas del presidente estadounidense, opinión a la que se sumaron varios importantes pensadores y políticos europeos que advertían sobre los riesgos de que las plataformas tecnológicas “decidan quién debe y quién no debe tener voz”; el punto interesante es que los líderes europeos están en desacuerdo con la censura a Donald Trump, no por la limitación de la libertad de expresión, sino porque se argumenta que el contenido dañino y violento de las redes sociales debe ser controlado por los Gobiernos, mas no por la “voluntad de las plataformas”. En Europa hay una iniciativa muy firme de promover el control oficial, especialmente luego de la radicalización que se dio a raíz de varios ataques terroristas ocurridos en el continente europeo, por lo que si bien están de acuerdo con el control del contenido de las redes sociales, coinciden en que debe ser ejercido por los distintos Gobiernos, no por los gigantes tecnológicos.
A diferencia de lo que ocurre en Europa, en donde se pretende que no sean las plataformas tecnológicas las que impongan las limitaciones, en Estados Unidos son esas empresas las que deciden cómo tratar el contenido violento o de odio, lo que lleva a la suspicacia respecto de los enormes poderes de las empresas tecnológicas; un artículo de la BBC menciona que una de las reglas claves de redes como Twitter o Facebook ha sido la de no interferir en el contenido publicado por los políticos “por considerarlo demasiado importante para el discurso público”. Debe recordarse que en los Estados Unidos, Twitter es considerado “un foro público” en el cual la libertad de expresión goza de amplias protecciones constitucionales, sin perjuicio de lo cual la limitación a esa libertad se justifica cuando existe un “riesgo inminente y real de violencia” que podría provocar una acción ilegal, por lo que se considera que si bien las redes sociales están impregnadas de un espíritu cultural de libertad de expresión absoluta, existe la necesidad de establecer límites en los casos específicos de incitación a la violencia, odio social y anarquía.
Que Trump haya o no incitado con sus tuits a provocar violencia es objeto de otro debate, sin embargo lo cual los ingeniosos comentarios de las redes empiezan a especular con que el futuro de Trump se encuentra en Onlyfans, una plataforma exclusiva para el consumo de pornografía y erotismo. Todo es posible en estos tiempos. (O)