Ser nativo y residente de la parroquia rural Juan Gómez Rendón, Progreso, de la ciudad de Guayaquil, me da autoridad para pedir educación y trabajo para los jóvenes.
En esta población existió una academia artesanal primero como municipal, que se llamó Isabel Icaza de Estrada, y luego se la fiscalizó y tomó el nombre 3 de Junio; funcionó por más de 50 años, brindó relevantes servicios a mujeres y hombres que hoy son padres de familias, y también lo hizo con habitantes de los diez recintos que componen nuestra parroquia. La academia artesanal fiscal fue un centro de estudios que contó con el aval de la Junta Provincial del Artesano de Guayaquil y del Ministerio de Educación. Después de estudiar tres años egresaban como maestros en el área artesanal, especialidades de sastrería, corte y confección, peluquería y belleza, etc.; daba oportunidad de trabajar en casa y seguir los estudios de bachillerato en un centro secundario en la misma zona rural, las urbanas de Guayaquil o de otras grandes ciudades. Sin embargo, en el gobierno de Correa, sin estudio ocupacional de la juventud, de mercadeo, y sin medir las consecuencias socioeconómicas y el impacto comunitario, se cerró el centro; a unos maestros los reubicó en escuelas y colegios.
Chicos que en los últimos años se graduaron quedaron sin trabajo, no han podido ingresar a la universidad. En Progreso se cometió una gran injusticia con la juventud al no poder salir a ingresar a universidades en las ciudades grandes; pocos fueron los que pasaron la prueba, son poquísimos los profesionales en las ramas. Quitaron un centro de estudios artesanal y la esperanza del emprendimiento, el trabajo, un futuro digno. ¿Cuál fue la razón, en qué se fundamentaron? No lo supimos. Condenaron a muchachos al desempleo y a la ignorancia. (O)
Francisco Marcos Anastacio Valarezo, profesor, Progreso