En días pasados, la Asociación de Fútbol de Inglaterra sancionó a Edinson Cavani, jugador uruguayo del Manchester United, con tres partidos de suspensión y una multa de 100.000 libras esterlinas, por un supuesto comentario racista tras la publicación de Cavani en redes sociales de un mensaje que decía “gracias negrito”, en respuesta a la felicitación de un compatriota suyo por la victoria de su equipo. De nada importó el ejemplar comportamiento del uruguayo durante toda su carrera profesional o la explicación, por parte de la Academia Argentina de Letras, de que la expresión utilizada por Cavani posee “un claro sentido afectivo, por completo exento de cualquier matiz discriminador o racista”. A pesar de que en su descargo Cavani señaló que es de sobra conocido que en ciertas partes de nuestro continente la expresión negro, negra o negrito, negrita es utilizada de forma asidua para demostrar afecto, cercanía y confianza, la autoridad deportiva inglesa ratificó su decisión.

Coincidentemente, durante la misma semana, el Servicio de Información y Tecnología de la Universidad de Michigan publicó una lista de palabras consideradas ofensivas, y, en el mismo documento, ofreció como alternativa la utilización de otros términos conducentes a “crear una cultura en la que todos se sientan bienvenidos, valorados y respetados”. Se podría decir que la finalidad perseguida por dicho departamento universitario es encomiable e, incluso, digna de imitar en todos los centros educativos.

No obstante, en este caso específico la lista recomendó no utilizar ciertos términos que, en realidad, se encuentran desprovistos de cualquier matiz ofensivo como, por ejemplo: discapacitado, lista negra, esclavo, loco, nativo, cariño..., por considerarlos insultantes y/o contrarios al lenguaje inclusivo. Más allá de que la lista es, por ahora, solo una recomendación y, en consecuencia, no constituye un manual de uso obligatorio, resulta llamativo que sea en una universidad, precisamente un centro que alienta la discusión y el debate, donde se pretenda minimizar la libertad de expresión e ideas.

A estos dos recientes ejemplos se pueden sumar muchos otros en los cuales también se ha pretendido limitar o prohibir el libre uso de expresiones o términos que pudieran ofender a terceros. Javier Marías, reconocido escritor español, al referirse sobre las nuevas normas o imposiciones en materia de contenidos, señaló que “se condicione o se dicte lo que debemos filmar, pintar, escribir, qué temas debemos tocar y desde qué posición, es totalitarismo, no hay otra palabra”.

Sin llegar a coincidir con la opinión un tanto extrema de Marías, sí podemos afirmar que el fomento o la promoción de esta reciente tendencia que busca limitar o restringir aquellos hechos, palabras o ideas con las cuales no coincidimos o que pudieran llegar a ofendernos, termina siendo, al final del día, un ataque directo contra la libertad de expresión, la creatividad, la argumentación de ideas, el pensamiento crítico y, consecuentemente, supone también una evidente afectación a la literatura, al cine, y al arte en general. ¿Inclusividad y diversidad o censura velada? (O)