La juventud de hoy, en la cual me incluyo, son los hijos de los últimos años del siglo XX y de los primeros del siglo XXI. Esta juventud, se podría decir, ha crecido toda su vida hasta el presente solo con dos presidentes: Rafael Correa y Lenín Moreno, en contraste con sus padres que fueron testigos de golpes de Estado y observaron las riñas del Congreso.
Muchos jóvenes de hoy viven sumidos en una burbuja digital. La política se ha convertido en un concepto fuera del presente y ha pasado a ser tema de burla y base de los llamados memes. Este comportamiento obedece a dos factores: el primero, a un desencanto de la política, producto de lo que escuchan y observan desde sus teléfonos celulares; para esta generación, la corrupción es sinónimo de política que durante el gobierno de Correa llegó a su auge. El segundo factor, la gran ausencia de una cultura democrática. La democracia ecuatoriana no es ir un día domingo a elecciones cada cuatro años. El orgullo patriótico es para la juventud ideología de abuelos, los problemas más cercanos al país son ignorados a fondo por la presente generación. El joven acude a las urnas a votar por el candidato de sus padres, por el certificado de votación, por tomarse una buena foto que obtenga bastantes likes (me gusta), etc. La política
es desconocida para esta generación. Es curioso que los candidatos usen redes sociales para promocionarse, pero no hacen inculcación democrática a los jóvenes. Irónico, los políticos hablan de un futuro apropiado para el país, pero ese ‘futuro’, juventud, toma al deber público y al liderazgo nacional como una burla y tema de viejos. (O)
Andrés Emilio Solórzano Calvache, 20 años, Guayaquil