Parecía que la Navidad iba a paliar en algo los elevados índices de la depresión colectiva detectados por la pandemia del COVID-19 y, consecuentemente, por el forzado encierro. Una nueva cepa pone en alerta al mundo entero.
En Ecuador hay elecciones de por medio (el 2021), el periodo del actual Gobierno está por fenecer, entonces, nada más conveniente que el tiempo pase...
La Navidad está amenazada, no hay pesebres ni novenas ni cenas..., y las elecciones corren el riesgo de suspenderse o inconstitucionalmente posponerse por motivos de dominio público.
En el tema de las vacunas, calzaría la frase “en la puerta del horno se quema el pan”. Apenas empezaba la masiva tarea de vacunación, asoma una variante del virus desde Gran Bretaña y Sudáfrica. O sea, ¿las vacunas expirarán en poco tiempo y los dineros invertidos pasarán a formar la gran lista de recursos perdidos? En otras palabras, ¿los virus y los recontravirus se adelantaron a los científicos –como pasa con los teléfonos celulares, apenas se acaba de pagar el modelo nuevo asoma otro con más ventajas–, dejándolo al anterior, en términos médicos, expirado, caduco e inocuo?
Mi amigo Eduardo, dueño de una licorería, me dice con gesto fisonómico de extrema pesadumbre: “Esta medida del toque de queda mata los negocios, no sé cómo voy a cancelar los préstamos en los bancos, esos recursos los utilicé para comprar mercadería”. Esta expresión cargada de impotencia debe ser el testimonio de no pocos comerciantes que esperaban las fechas navideñas para resarcir las pérdidas de todo el año. Pero la vida y el virus les vuelve a jugar una nueva pasada. Como dice mi amigo Miguelito: “En estas Navidades, habrá que cuidarse... y cuidar a los demás”. (O)
Manuel Eugenio Morocho Quinteros, arquitecto, Azogues, Cañar