Existe una sociedad en la cual sus integrantes habitan en convivencia armónica, donde cada individuo cumple su rol de trabajo con dedicación y responsabilidad, donde predominan la justicia, la eficacia, la buena comunicación, y además son excelentes bailarines. Me refiero a las abejas y su organización social también conocida como eusocialidad.

La comunidad de las abejas está formada por tres tipos de integrantes: la reina, las obreras y los zánganos. La reina, la más grande de todos, dedica sus pocos años de vida a poner huevos; los zánganos, abejas machos sin aguijones, a fecundarlos; y las obreras hacen el trabajo pesado. Las obreras alimentan a la reina y sus crías, construyen, mantienen limpia la colmena y recolectan polen o néctar. Ellas almacenan su alimento para luego consumirlo y regurgitarlo en forma de dulce miel que será conservada con una cubierta de cera especial, el própolis. Aparte de estas tareas, las obreras también se encargan de mantener ventilada la colmena con sus alas y defenderla de intrusos, ya que son las únicas que poseen un aguijón.

Cuando una abeja obrera exploradora sale en busca de alimento y encuentra un lugar ideal lleno de flores, regresa a la colmena para comunicar este hallazgo a las demás. Para esto usa el lenguaje corporal en una especie de danza de abejas. Aunque suene gracioso, este lenguaje es más complejo de lo que parece. El baile consiste en una serie de movimientos circulares, vueltas, meneos y sacudidas de cola, cada uno comunica algo distinto. Por ejemplo, el baile de menear la cola y hacer una trayectoria circular comunica la distancia y la dirección exacta de la comida con respecto a la ubicación del sol.

Estas criaturas de gran inteligencia son responsables de polinizar más del 70 % de nuestros cultivos: les debemos las manzanas, las cebollas, los pepinos, los zapallos, el cacao, los aguacates y demás alimentos. En un día de trabajo, una abeja obrera puede realizar hasta 15 viajes de comida, en cada uno de ellos es capaz de polinizar más de 1.000 flores distintas.

Además de vivir en paz dentro de su panal, las abejas son capaces de coexistir respetuosamente incluso con otras colmenas –entre ellas no existe la competencia– como si pertenecieran a otro planeta de comunidades avanzadas. Ellas están aquí para alimentarnos y enseñarnos dulcemente los frutos de un trabajo altruista, en el cual el beneficio de una representa el beneficio de todas, donde cada individuo cumple su rol con humildad. Ni la reina puede subsistir sin los zánganos ni las obreras ni los demás integrantes de la colmena sin su reina.

Las abejas nos han acompañado desde la antigüedad, incluso grandes filósofos como Aristóteles han hecho referencia a su forma de organización. Ellas han sido reflejo de nuestras sociedades y maneras de pensamiento a lo largo de la historia, más aún, han sido maestras de un convivir en armonía, de una vida de trabajo inegoísta donde se unen esfuerzos para alcanzar un bien común. No debemos olvidar las valiosas lecciones de vida que podemos aprender de las abejas y así como en ellas, encontrar enseñanzas en los demás seres de la naturaleza que nos rodea. (O)