El 25 de octubre, el pueblo chileno se manifestó en un plebiscito que planteaba dos preguntas: ¿Quiere usted una nueva constitución? y ¿Qué tipo de órgano debiera redactar la nueva constitución?, escogiendo entre una ‘Convención Mixta Constitucional, integrada en partes iguales por miembros elegidos popularmente y parlamentarios en ejercicio’ o ‘Convención Constitucional, integrada exclusivamente por miembros elegidos popularmente’.

La opción Apruebo ganó logrando el 78,27 % de los votos y la alternativa Convención Constitucional se impuso con el 78,99 %.

Volvamos un poco en el tiempo, en octubre del año 2019, Chile, de manera similar a lo sucedido en Ecuador, a raíz de decisiones vinculadas al transporte, vivió un estallido social sin precedentes, generando masivas movilizaciones y disturbios con una violencia desmedida, destrozos a la propiedad pública y privada y un impacto millonario en pérdidas.

En el caso chileno, suprimir la medida no logró apaciguar a los manifestantes y, lo más complejo, la movilización no tenía líderes ni movimientos sociales o políticos representativos para sentarse a negociar.

El gobierno de Piñera enfrentaba una crisis que parecía no tener salida. Tras un mes de protestas, los partidos de gobierno y oposición firmaron un acuerdo para realizar una consulta que permitiera redactar una nueva carta magna. La constitución vigente, creada en el gobierno de Pinochet, que fue la que sembró las bases para el desarrollo del país del sur, era una de las principales críticas de quienes demandaban una mayor participación en la toma de decisiones con respecto a la salud, pensiones y educación.

Sin embargo, hay zonas grises en esos argumentos, la constitución creada en los años 80 había sido reformada más de 100 veces, avalada por los gobiernos de oposición e incluso la firma de Pinochet había sido reemplazada por la del socialista Ricardo Lagos. Mientras, se evidenció en el proceso de campaña que los votantes no conocían la constitución y no tenían argumentos concretos para su reemplazo.

La constitución era un símbolo generado por un problema mayor, se había perdido la confianza en la clase política, en toda ella. Por más que la mayoría de los actores políticos se sumaron a la opción Apruebo y celebraron su triunfo, la verdad es que ningún partido puede estar asumiendo esto como un triunfo propio. Las señales apuntan a algo así como una apuesta por un borrón y cuenta nueva, sin contar con los políticos.

Una nueva carta constitucional difícilmente será la solución para satisfacer los anhelos y expectativas que demanda el pueblo chileno. Tal vez lo que pretende es fundar un nuevo orden social, endosando a una nueva generación la oportunidad de reconstituir las bases y estructuras del país. Al respecto, Carlos Peña, rector de la UDP, afirma que esta es la generación más educada de la historia de Chile, la que ha dispuesto de mayor bienestar y perspectivas, pero al mismo tiempo es la generación más individualizada y con menos pertenencia colectiva.

Ahora, con una clase política desgastada, y un nuevo tipo de ciudadanos empoderados, habrá que sentarse a ver qué pasa. (O)