El recientemente lanzado libro con el título de Estallido, cuyos autores son importantes líderes de la Conaie, es realmente revelador porque quita cualquier velo pacifista o democrático con los cuales ingenuamente quieran recubrirse.

La apología que se hace del caos y la destrucción de octubre de 2019, y la forma en la cual se presentan los hechos, nos hace ver con claridad que para quienes lo escribieron y todos aquellos que los siguen, la violencia está totalmente justificada. Todas las fotos son de héroes luchando por la libertad, y fuerza pública “reprimiendo”. No hay una foto de la destrucción de la capital, ni del incendio a la contraloría, ni de lo hecho a la infraestructura del país, hechos de paso que siguen en la impunidad.

El libro hace referencia frecuente a Carlos Mariátegui, escritor e ideólogo marxista-leninista peruano inspirador de Sendero Luminoso, y a otros conspicuos anarquistas latinoamericanos. No cabe duda entonces que la Conaie, o por lo menos un importante sector de esa organización, está tomado por una ideología que promueve la subversión como el único instrumento válido para destruir al sistema que ellos llaman capitalista-opresor.

En otras palabras, no podemos esperar de este sector una voluntad democrática, ni apego a la ley. No podemos esperar respeto a la propiedad privada, ni a la autoridad legítimamente constituida. Podemos esperar una revolución armada, para instaurar un “comunismo indoamericano”, cualquiera sea finalmente el significado de tan inusual concepto. Baste decir que el libro pondera la frase de un dirigente ecuatoriano de la costa, la cual cito textualmente: “Aquí existen dos bandos, los que están con el hacendado y los ricos, y los que estamos con Dios”. Es decir, ya se asemejan al Jihad islámico, en el cual Dios pide la guerra contra quienes no creen en la fe islámica. Para nuestros nuevos fanáticos criollos, si se está con ellos se está con Dios.

Este lanzamiento, y la consecuente revelación de la verdadera naturaleza de los líderes que lo escribieron, coexiste con hechos políticos y situaciones institucionales de gran preocupación.

Por un lado, el candidato de la FaRC, familia revolución ciudadana, se ha proclamado también seguidor de Mariátegui. Es decir, un ADN compartido con líderes de la Conaie, que nos puede llevar perfectamente a pensar que en las elecciones del 2021 pueden estar separados, pero que en el Gobierno a partir del 2021, si la equivocación nacional es tan grande, podría haber un gobierno en el cual en el congreso se unan fuerzas que creen en la revolución armada y la lucha de clases como único instrumento del verdadero cambio social. Grave, gravísima coincidencia histórica, sobre la cual los ecuatorianos debemos estar muy vigilantes, para que la Asamblea sea constituida por personas que crean en la democracia, la vigencia de la ley, de la propiedad privada y de las libertades individuales y colectivas, y no en la única avenida de una revolución armada.

Pero no solamente este hecho político, o esta perspectiva posible nos deben preocupar, sino también el daño acumulado de más de una década de destrucción de las FF. AA. y de la Policía Nacional.

La Constitución garantista de Montecristi, que debe ser extirpada de la vida nacional como un cáncer, eliminó todo tribunal militar o policial en los cuales se podían juzgar las infracciones y violaciones a los reglamentos y a la disciplina, asunto vital en las dos instituciones uniformadas y armadas del país.

Antes, era normal que los consejos de disciplina sancionaran a quienes así lo merecían. Hoy eso no existe. La eliminación de tribunales, más el hecho de que ahora todos tienen en el Ecuador “derechos” pero se han olvidado de los deberes, hace que ante cualquier sanción, el miembro sancionado de las FFAA o la Policía se presente con un abogado, y sencillamente no se lo puede sancionar. De hecho, en las inmediaciones de los destacamentos hay letreros: “Si usted tiene un problema, contrátenos”. Abogados ofreciendo sus servicios para evitar que cualquier miembro de la Policía o las FF. AA. sean disciplinados por sus superiores.

No solamente este elemento “legal” conforma la gravedad de la situación de estas instituciones. También el manoseo por parte de la FaRC de los programas de formación, y la falta de enseñar doctrina policial y militar como es debido, conforman entonces un cuadro de enorme preocupación sobre la realidad actual de estas dos queridas y fundamentales instituciones para la patria.

Y mientras las FF. AA. y la Policía han presentado proyectos para resolver estas barbaridades legales, la Asamblea “bien gracias”, y no los ha tratado en más de dos años.

El daño que el capítulo ecuatoriano del socialismo del siglo XXI le hizo a esta república no se resolverá en 10 años, sino que a lo mejor en ese tiempo lo alcanzaremos a entender. El daño a la disciplina y a la moral de las dos instituciones fue terrible. Los ascensos eran por compadrazgo y sometimiento al poder político, no necesariamente por méritos. Esto, más todo lo anterior, nos deja con enorme preocupación, si esta sedición que se ha autodevelado en el libro Estallido pacta con la FaRC, y terminan con una mayoría en la cual el camino de la violencia y del terror nos llevarán no a un “sendero luminoso” sino a un “sendero tenebroso”. (O)