Aunque a veces queremos que el reloj no marque las horas, por las razones que fueran, las experiencias personales y ajenas nos demuestran que es imposible, porque el mundo sigue su marcha, inexorablemente.

Esa incontrastable realidad muy bien la aprovechaba ingeniosamente don Gabriel Vergara Jiménez, desde su emisora Radio El Mundo, para hacernos pensar y reflexionar en uno de sus programas estrella: Ronda la Guardia, en el que la utilización del radioteatro le permitía reproducir, analizar y criticar algún reciente acontecimiento impactante, generalmente citadino.

A mí me parecía plausible su vocación de servicio cívico, recalcando lo indebido y estimulando el correcto comportamiento ciudadano.

Aún estamos viviendo el traumático acontecimiento de una pandemia, cuyos orígenes, desarrollo y consecuencias, de casos semejantes, solamente unos cuantos iniciados en ese tema conocían por sus estudios o interés particular.

Probablemente la generalidad de los seres humanos nada o poco sabíamos y nos hemos ido enterando de realidades desconocidas, con sacrificio y a veces con mucho dolor y tristeza.

No siempre las personas recibimos estímulos positivos para nuestro bien obrar con ánimo dispuesto y optimismo.

En ocasiones nuestras inseguridades y temores nos ponen al borde de colapsos, develando debilidades que desconocíamos o fortalezas insospechadas que nos permiten superar complejas situaciones.

A veces pienso que la educación formal que recibimos, en el sistema escolar que nos rige, es insuficiente, por lo que si no es complementada con la que podemos adquirir en otros ambientes y particularmente gracias a nuestra propia iniciativa y convicción, tendremos carencias que pueden llegar a ser determinantes, limitándonos y obstaculizando nuestro empeño de alcanzar nuestros anhelos.

En tiempo de graves crisis como la que hemos vivido, vivimos y probablemente seguiremos viviendo, en este año 2020, considero que es imprescindible cuestionarnos, individualmente y, de ser posible, en grupos apropiados donde la sinceridad sea el eje conductor de una tertulia, la forma cómo hemos estado viviendo, vivimos y viviremos la devastadora presencia y permanencia del COVID-19.

¿Somos ahora mejores personas que antes de la aparición y devastadoras secuelas sanitarias, sociales, económicas, morales y espirituales?

En una página en blanco podríamos ir escribiendo separadamente, en un par de columnas contrapuestas, lo positivo y lo negativo de nuestra conducta durante estos largos meses de flagelo individual, familiar y social.

El mero hecho de aceptar o rechazar tal desafío ya implica una posición moral frente a la historia que hemos vivido y que tal vez no queramos escribir: ¡vaya usted a saber la razón…!

La introspección que propongo puede serle útil, para enorgullecerse, sin vanagloriarse, por todo aquello que ha hecho bien, incluso en beneficio de otras personas, algunas muy queridas y otras hasta hace poco desconocidas.

También puede servirle para hacer ciertos giros: pedir disculpas, enmendar desaciertos, ayudar más, preferirse menos, reparar daños, o…

Si dicen que no hay mal que por un bien no venga… ¿será esta una especial oportunidad para que, gracias al COVID-19, nos convirtamos familiar y socialmente en mejores personas?

¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)